miércoles, 31 de octubre de 2012

FELIZ ANIVERSÁRIO CUNHADO

Fatherhood by Kay Crain
Lo primero que llama la atención al conocer a mi cuñado es lo buen mozo que es. Es algo evidente para cualquiera: el muchacho destaca por altura y por apostura. Hace juego con hermanita, a la que comparó ventajosamente con una magdalena al conocerla (según nos informó a todos durante su boda) y juntos forman una preciosa pareja, en todos los sentidos. Como resultado de esta unión entre la perfecta magdalena y el estupendo bollicao tengo un nuevo sobrino desde hace pocos meses: un delicioso menino, tierno, dulce y adorable, tan bueno y simpático como guapo (y además es listo: ha sabido sacar lo mejor de cada uno de sus progenitores).

Tras su cordial sonrisa y atractiva fachada, el cuñadito también tiene cerebro. Aprobó la oposición con la máxima nota y pasó a convertirse en el atípico profesor (salvo en las películas) por el que las alumnas suspiran. Su llegada al instituto se asoció a la aparición de un sinnúmero de moratones en los brazos de la sección femenina, aunque ninguno secundario a la ejecución de castigos corporales. Tampoco se dedica a la educación física por lo que no era necesario que nadie se descalabrase en sus clases con el fin de llamar su atención. No, no era él el responsable directo de los hematomas sino que estos eran provocados por las amigas. ¿Cómo? ¿Se trataba de una encarnizada lucha por sus miradas? Tampoco era eso. Entonces ¿qué sucedía? La explicación había que buscarla en los indiscretos codazos y dolorosos pellizcos que se generaban a su paso por los pasillos. Generalmente iban acompañados de audibles susurros con el comentario de: "¿has visto qué bueno está el nuevo profe?" (y que él mismo oía). Al verle pasar bajaban tímidamente la mirada y se ruborizaban como adolescentes, que a fin de cuentas es lo que eran. No sé si aprenderían mucho en sus clases pero lo que sí es cierto es que en esa franja horaria la asistencia femenina era masiva. No faltaba ninguna. Aunque hubiesen amanecido con una fiebre espantosa, digna de una meningitis, si la enfermedad no requería hospitalización urgente, al llegar "la hora Coca-cola", mejoraban lo suficiente como para estar presentes (ya tendrían tiempo de recaer a posteriori, cuando le tocara el turno a otro profe con menos encanto). Estoy convencida de que su antiguo instituto vio multiplicadas las solicitudes femeninas para su asignatura a raíz de su contratación. Interés no les faltaba, que su atención se distrajese de la ciencia en el momento cumbre de la lección no era culpa de las pobres muchachas.

Se marchó con hermanita a Brasil y dejó tras de sí una estela de ojos llorosos y de jóvenes corazones rotos. Seguro que los alumnos masculinos agradecieron la oportunidad de reemplazarle. Por desgracia en la familia esas sustituciones no son tan fáciles. En el día a día, gracias a las comunicaciones, los correos, internet (cuando la conexión lo permite) y Skype, nos vemos de vez en cuando, aunque sea en la pantalla, y nos mantenemos informados de los progresos del menino, alrededor del cual gira la vida de sus padres. Sin embargo, en las reuniones familiares se echa de menos su amplia sonrisa y su inagotable buen humor. Las sobrinas no encuentran en el resto la misma disposición a la hora de jugar con ellas y pocos somos capaces de levantarlas y lanzarlas por los aires con la facilidad con la que él lo hace. Mi hermano es el único que suple esa función, aunque cuando está liado con las parrillas no puede ocuparse de las niñas de ese modo, so pena de asarlas "vuelta y vuelta" (lo que en ocasiones se agradecería).


Vendrán en Navidades y espero que traigan fuerzas para ser asaltados por la familia al completo. Tendrán que satisfacer las ganas acumuladas por todos, a lo largo de un año, en un sólo mes. Ya falta poco. Hasta entonces haremos aún más ganas y hoy le inundaremos con mensajes de Felicidades.
¡FELIZ ANIVERSÁRIO CUNHADITO!

PARABÉNS PRA VOCÊ,
NESTA DATA QUERIDA,
MUITAS FELICIDADES,
MUITOS ANOS DE VIDA!

viernes, 26 de octubre de 2012

La tita Pepi



Durante muchos años la tita Pepi vivió con mi tío y mis seis primas en la otra mitad de la granja. Dado el papel de la granja como lugar de reunión de toda la familia, lo que en vacaciones sucedía a diario, cuando nos juntábamos toda la caterva de primos no sólo invadíamos la sección de mis abuelos, sino también la suya. Nos presentábamos a su puerta casi continuamente a la busca y captura de alguna de las primas. Una vez que las chiquillas salían a jugar con el resto, tampoco terminaban las visitas, porque cada vez que necesitaban coger algo de su casa, ya fuese un juguete, un libro o una rebanada de pan con nocilla, solían hacerlo acompañadas de algún voluntario. En los juegos de escondite, si se descuidaba y dejaba la puerta abierta y accesible, aparecían niños como ratones en cualquier rincón de la casa. Es cierto que nuestras correrías se desarrollaban preferentemente en la parte de los abuelos y procurábamos no invadir demasiado su territorio, pero esto no siempre era posible.


Con semejante trajín la tita no paraba quieta más que para dormir. La casa era grande y seis hijas daban trabajo, aunque le echasen una mano en los quehaceres domésticos. Además, mis primas tenían facilidad para meterse en "fregaós", de la variedad de los no domésticos, y solían acabar castigadas incluso antes del desayuno. Eso sí, aunque su madre las regañase, no permitía que nadie más se metiese con su familia. Les inculcó a sus hijas que debían mantenerse siempre unidas, nunca criticarse entre ellas y defender a sus hermanas si alguien lo hacía.

Por las mañanas, mientras yo leía en el porche, antes de que su hija mayor se sentase a practicar sus lecciones de piano, ella limpiaba el salón y recuerdo que, al igual que Blancanieves, canturreaba mientras quitaba el polvo de los muebles y barría el suelo. Me gustaba mucho oírla cantar, entonaba muy bien y tenía una voz dulce y melódica. Una vez terminaba de adecentar la casa se dedicaba a preparar la comida. Siempre ha guisado estupéndamente. Sus berenjenas encurtidas eran deliciosas y, en Semana Santa, preparaba varias fuentes de torrijas para atender las demandas de todos los primos, golosos y hambrientos, que acudíamos con mayor asiduidad a su puerta. Recuerdo que las rápidas visitas a su cocina me provocaban la impresión de ser poco más que una ladronzuela, lo que no estaba exento de emoción. Me colaba allí como un perrillo, generalmente aprovechando la puerta del patio, y solía ser la primera, junto con alguna de sus hijas, en probar todas aquellas delicias. No me importaba achicharrarme con el pan  recién sacado de la sartén, caliente y cremoso, espolvoreado con el azúcar aún crujiente y la aromática canela. Si estaba demasiado caliente no importaba, sino que eso me ofrecía una excusa perfecta para tomarme otra torrija una vez se habían templado. Algunas raras mañanas la tita podía permitirse el entretenerse, hacer todo más tranquilamente y en algunas de esas ocasiones me instalaba con ella mientras preparaba sus guisos. Siempre me ha gustado el ambiente de las cocinas, me resulta muy acogedor. Supongo que tiene relación con que esa estancia siempre ha sido un punto de reunión y conversación, tanto en mi propia casa, en la de cualquiera de mis tíos y, por supuesto, en la granja.

Jean-Baptiste Camille Corot 
"Lectora Coronada con Flores (La Musa de Virgilio)" 
Por las tardes la tita tampoco paraba. Veía la televisión con las agujas de punto en las manos. Atendía al programa de turno mientras tejía, a toda velocidad, preciosos jerseys y chaquetas para sus seis niñas. Luego éstas los usaban para trepar por árboles y tejados, así que aquellas prendas nunca disfrutaban de una vida demasiado larga. Cuando tenía un rato para ella, leía. Su biblioteca era una de las que solía asaltar en mis visitas a Linares.

Tiene carácter y nervio, por lo que puede parecer brusca en ocasiones pero en realidad es una persona muy cariñosa, aunque poco demostrativa. Menos expansiva que la mayoría de la familia, siempre te recibe con los brazos abiertos en su pequeño, en realidad no tan pequeño, círculo. Le gusta disfrutar de su intimidad. Mi tío la adora desde que eran novios y, por supuesto, sus hijas y sus nietos, también lo hacen. Saben que siempre pueden contar con ella. Esther la quería con locura, al igual que ella a la chiquilla.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS TITA!

jueves, 25 de octubre de 2012

Cuarrécano

Cutting the Pumpkin Franck-Antoine Bail

El cuarrécano es un tipo de calabaza alargada, buena para freír. En la provincia de Jaén el término hace referencia a un guiso especiado de esta hortaliza, típico de la zona. El resultado es un plato muy cremoso, que se consigue tras pochar la calabaza en abundante aceite de oliva, y también un poco picante, lo que contrasta con la suavidad de su textura y su sabor dulzón. Se puede tomar de aperitivo, a cucharadas (mi método favorito de consumo), sobre tostas de pan o haciendo compañía a unos huevos o a cualquier otra cosa, pasta, arroz, etc, porque está tan rico que va bien con casi todo. Por la zona de Cazorla hay sitios que se come con morcilla o chorizo, aunque creo que eso lo convierte en algo demasiado contundente, claro que es zona de sierra y un plato fuerte resulta apetecible. Sólo, acompañado, o de cualquier manera es delicioso. A House le encanta desde que lo probó, y eso que no le gustaba la calabaza. La tita Carmen lo sabe y, siempre que lo prepara, congela una parte especialmente para él. Les encanta cuidar del pobre sobrino que trabaja tanto.

Mi amiga bibliotecaria me trajo de sus vacaciones una calabaza de huerta. Era, en pasado porque ya no existe, una calabaza preciosa, digna de se transformada en la carroza de Cenicienta. La estuve admirando unos días en la cocina antes de hacer magia con ella, diferente a la del hada madrina del cuento, y tras unos pases de espátula y sin necesidad de "Bidibibadidí bu", convertirla en este guiso. Lo más complicado de toda la preparación es pelarla, porque la piel es bastante dura. Para eso sí que me habría venido bien una varita mágica. Dado que carecía de de ese instrumento tuve que buscar un modo de facilitar esa tarea. La metí en el horno a 200º y la tuve allí durante 20 minutos (podría haber estado más pero me dio miedo pasarme, no pretendía asarla sino ablandarla externamente). El interior no se coció pero pude partirla sin dejarme los músculos en el intento y sin cortarme con resbaladizos cuchillos. Inicialmente traté de limitarme a vaciarla para preservar su bonita forma pero me fue imposible y, finalmente, la tuve que hacer trizas para sacarle toda la carne. Guardé las semillas para tostárselas a House, que le encantan, y metí los trozos, uno a uno, en la mandolina eléctrica que me compre en el Factory (y que permite rallar, laminar, etc a toda velocidad y sin ningún esfuerzo). Obtuve dos ensaladeras, hondas y grandes, de láminas de calabaza cortada. La poché lentamente en la sartén junto con las guindillas y las especias hasta que se deshizo. El cremoso resultado final ocupaba tan sólo 3 tuppers de esos cilíndricos de comida china a domicilio.

Pongo la receta de Canena, que puede presentar variaciones con otras zonas de la provincia. Con esta receta la dulzura queda perfectamente equilibrada con las especias. El único inconveniente es que, una vez que empiezas, es difícil parar y el empacho puede resultar algo indigesto. No obstante es uno de esos platos por los que merece la pena sufrir un poco de indigestión. No necesito decir que, para mi gusto, el que hace la tita Carmen es el mejor.

CUARRÉCANO

INGREDIENTES
Una calabaza mediana (reduce muchísimo y, aunque al cortarla parezca que hay una barbaridad, tras cocinarla y convertirla en algo delicioso se queda en casi nada).
Abundante aceite de oliva virgen extra (como si se fuesen a freír las patatas de una tortilla), por supuesto jienense.
Un par de dientes de ajo cortados en láminas.
Una guindilla picada (o un par de guindillitas de cayena enteras).
Comino molido (una o dos cucharadas grandes como mínimo, tiene que notarse el sabor a comino que es el que convierte en algo sabroso a la dulzona calabaza. Resulta mucho más aromático si se muele en el momento. Hay que ponerlo desde el principio y luego probar y rectificar, al gusto, casi al final, cuando ya haya reducido). Hay zonas en el que se sustituye por un poco de orégano, o simplemente se le añade también esta hierba.
Sal (con el mismo cuidado que para las patatas de tortilla, que al reducir puede terminar más salado que lo que debiera)

Elaboración
Cortar la calabaza en láminas, algo más gruesas que si fuesen para tortilla de patata.
Calentar el aceite, freír ligeramente los ajos y la guindilla antes de añadir la calabaza.
Dejar pochar para que se ablande poco a poco. Remover con frecuencia.
Añadir los cominos molidos y la sal. Mantener en el fuego unos minutos más hasta que las especias estén bien incorporadas. Suele ser aconsejable retirar la guindilla (si se encuentra, lo que requiere un minucioso trabajo de investigación) antes de comer. A mí no me importa demasiado encontrármela, y quemarme un poco la boca con el intenso picante, pero no todo el mundo es fanático del picante y disfruta al morder accidentalmente uno de esos pimientos.

Según el gusto personal de cada uno se le puede añadir más guindilla, ajo o comino. Admite incluso un chorrito de vinagre de jerez, al igual que las patatas "a lo pobre". Otras alternativas de la provincia llevan orégano y/o pimentón en sustitución del comino, e incluso se puede poner un toque extra de canela (yo lo hice y me encantó).

miércoles, 24 de octubre de 2012

Nostalgia de infancia


El blog está lleno de recuerdos de infancia. ¿Es un reflejo de añoranza por el pasado? ¿una muestra de que no sé vivir y disfrutar el presente? Seguramente haya algo de lo primero y espero que no mucho de lo segundo. Me gustan todos los momentos, presente, pasado y futuro. El futuro es un proyecto lleno de sueños, el presente es efímero y el pasado está lleno de recuerdos, muchos de ellos irrecuperables. Convertirlos en algo imborrable, traer al presente, aunque sea a través de las palabras, aquellos momentos, consigue hacer revivir de nuevo a sus protagonistas.

Mi añoranza no es por el pasado sino por las personas que formaban parte de él y cuya influencia me ha convertido en lo que soy. En ese sentido siempre vivirán dentro de mí, aunque no pueda cogerles la mano, sentir su piel fresca y suave al besarlas ni oir sus voces salvo en el eco de mi memoria. Es ese eco el que escucho con mayor intensidad al escribir sobre entonces. Crece dentro de mí el pedazo que dejaron en mi interior: la bondad y el sentido de la justicia de mis abuelos, el respeto, la inquietud, la entereza y su enorme presencia que bastaba para llenar el gran salón, la inteligencia, el afán de superación y la discreción de ambos, la generosidad de todos, el ángel de la Baronesa que nos tenía conquistados con su gracia, su ironía y su encanto, la entrega y el inagotable cariño de unos, la vitalidad y el optimismo de mi otros, la lucha por los sueños, la capacidad de disfrutar, de no rendirse ni venirse nunca abajo. Son valores que tengo presentes, que deseo imitar, aunque no siempre tenga éxito o me flaquee la voluntad. Sin embargo, a pesar de los recuerdos, añoro a las personas que me los enseñaron simplemente con su ejemplo.

viernes, 19 de octubre de 2012

Higos, higueras y brevas

2The Pirate Ship"  Donna Green

La higuera es un árbol muy prolífico, no recuerdo un momento de la granja en el que no hubiese higos o brevas en la casa. Aquella higuera estaba todo el año en temporada. No sólo eso, sino que, además, resultaba uno de mis mejores refugios, aunque tenía el inconveniente de que la tranquilidad duraba poco. Era un árbol relativamente cómodo, de ahí su popularidad para los juegos, con ramas muy bajas, casi horizontales, por las que trepábamos a modo de escalera, para luego instalarnos en ellas. Nunca se aplicó más literalmente el dicho de "estar en la higuera".  Por desgracia, las estancias en solitario solían ser breves ya que la lectura no tardaba en verse interrumpida cuando mi privilegiada posición era asediada en tropel por el resto de mis escandalosos primos.

A mi abuelo no le gustaba demasiado que nos subiésemos a aquel árbol, no fuésemos a dañar sus estupendos frutos (lo que nunca sucedió, además de prolífica la higuera era extremadamente resistente). Sin embargo no nos ponía demasiados problemas con los naranjos, que estaban justo al lado y, aunque también los utilizábamos como refugio, eran bastante más incómodos. Sólo uno de ellos tenía una horquilla abierta y amplia en la bifurcación de su tronco. Era el más cómodo y el preferido por todos. Lógicamente, conquistarlo para hacerse con él como "casa" podía generar auténticas batallas entre los distintos bandos. Supongo que el motivo de su permiso era porque el abuelo consideraba su ácida fruta como incomestible, pero la higuera era otro cantar.

Tengo un paciente que todos los años me visita por estas fechas. Viene cargado con una enorme bolsa de castañas y con otra igual de grande de higos, secos o frescos, según estén en ese momento. Al verle siempre me acuerdo de los buenos momentos en la higuera de la granja y en mi abuelo entrando en la cocina con un cubo grande de metal en cada mano, repletos de higos o de brevas. Esta receta es un homenaje a mi paciente, a mi abuelo y a aquella higuera.


BIZCOCHO DE HIGOS CON SOPA DE CHOCOLATE, QUESO CREMOSO E HIGOS FRESCOS

Bizcocho de higos
Ingredientes (4 personas)
4 yemas
2 claras a punto de nieve
100 gr de aceite de oliva suave o desahumado
200 gr de azúcar moreno
50 gr de queso cremoso
Un chorrito de nata
100 gr higos pasos
250 gr harina
10 gr levadura
1/4 l de mosto de uva

Elaboración
Emulsionar y montar las yemas con el aceite, mezclar con los higos machacados en mosto, las claras y el azúcar.
Diluir el queso con un chorrito de nata e incorporar lentamente junto con la harina y la levadura.
Cocer en horno precalentado (180ºC) en molde, de 20 a 30 min.

Sopa de chocolate
Ingredientes
100 gr chocolate 70% cacao
Licor de higos
Mosto de uvas

Derretir el chocolate con un chorrito de mosto y unas gotas de licor de uvas. Reservar.

Crema de queso
Mezclar 50 gr de queso cremoso con 50 gr de nata montada y azucarada.

Montaje
Desmoldar los bizcochos y colocarlos sobre la sopa de chocolate. Cubrir con una cucharada de crema de queso y colocar unos higos frescos y abiertos sobre los bizcochos.

lunes, 8 de octubre de 2012

Mayores y medianos

"Keats" Joe Bowler

Hermanísima siempre se quejaba de "todo lo que le tocaba padecer por ser la mediana", empero yo siempre he pensado que sería estupendo tener un hermano mayor. Mis hermanos pequeños me resultaban demasiado infantiles y no compartía con ellos el gusto por el tipo de juegos con los que se entretenían habitualmente. Tampoco comprendía el cómo hermanísima reincidía una y otra vez en los mismos errores al juntarse con el hermano y no se daba cuenta de que sus roces acababan indefectiblemente en pelea. De hecho, en muchos momentos llegué a estar un pelín harta de que, sin comerlo ni beberlo, me tocase en suerte el tener que salir en defensa de la sufrida y frágil "mediana" cuando las cosas se ponían feas. Su estrategia ante los conflictos violentos consistía en buscar refugio en nuestra habitación y, una vez a salvo, recurrir a mí (y a mi fuerza) para que me ocupase del trabajo sucio de pelearme con el hermano. Casi siempre terminaban como el rosario de la aurora. Si no era culpa de uno, lo era de la otra. El caso es que los dos eran unos ases en el arte de chincharse mutuamente. A hermanísima le encantaba organizar la vida de todo el mundo, aunque no siempre le acompañaba el éxito en sus disposiciones, y el hermano odiaba perder, situación que se repetía con más frecuencia de la que deseaba. Esto último tenía una explicación lógica: fue el pequeño durante sus primeros 6 años de vida, hasta la aparición de hermanita en escena, y la experiencia es un plus a la hora de jugar.

No mejoraron las cosas con el cambio de roles tras la llegada de hermanita, y aunque en su nuevo estatus de mediano perdió algunos privilegios, no por eso participaba de las desgraciadas circunstancias que marcaban la trágica vida de "hermanísima la fantástica". La nueva pequeña se convirtió rápidamente en víctima voluntaria de sus juegos. La diferencia de edad no consiguió que la chiquilla se comportase de manera dócil y complaciente, sino más bien al contrario. Desde el principio hizo gala de su carácter, firme y reivindicativo, y, nuevamente, me vi obligada a ejercer de "abogado de pleitos pobres". El caso es que, sin tener nada que ver en la génesis del conflicto, inevitablemente acababa inmersa en el fragor de la batalla, con nombramiento de capitana (era el único momento en que no había voluntarias para tomar el mando) y frecuentemente única adalid del bando femenino.  ¿Por qué lo hacía? Supongo que porque compartía el cuarto con hermanísima y debía evitar la invasión de mi territorio por el hermano: cuanto antes lo echase de allí, antes podía volver a mi libro, aunque fuese con algún moratón, a modo de condecoración, en la espinilla. Mientras yo luchaba en el frente, las dos culpables o desertaban del ejército o se mantenían a distancia en la retaguardia.


Suponía que un hermano mayor, simplemente por el hecho de ser más maduro, no se vería implicado en ese tipo de estupideces infantiles y compartiría más gustos conmigo. Habría leído más que yo y me pasaría sus libros para que los comentásemos. Sería tranquilo, no buscaría líos y dejaría a los demás en paz. Durante mi adolescencia incluso llegué a pensar lo bien que me habría venido que hubiese sido varón para entender mejor a los hombres (¡pobre ilusa!). Ahora sé que seguramente mi hermano soñado no habría cubierto mis expectativas, incluso aunque me hubiese sacado bastantes años. Habría necesitado un gemelo de personalidad casi idéntica, no un hermano mayor, y no sé si el resto de la familia habría resistido un par de grumpys simultáneos. Es muy posible que ni yo misma soportase a mi doble. También es cierto que, a poco que aquella idealización que me había creado se pareciese a mí, lo más probable es que no me hubiese hecho ni el más mínimo caso y, al igual que yo misma, hubiese ido a lo suyo sin preocuparse para nada de su desgraciada hermana "mediana".

Eso sí, la que habría salido más perjudicada, como siempre, habría sido hermanísima, que se habría encontrado conviviendo con un par de marcianos semiautistas y consanguíneos. Por si eso no bastase, en el colegio le habría tocado pasar por los profesores después de no uno, sino dos hermanos mayores tragalibros. Sin duda la pobrecilla habría salido terriblemente traumatizada tras la horrible experiencia. Claro que dado el carácter abierto y extrovertido de mis hermanos, un hermano mayor posiblemente se habría parecido más a ellos que a mí, y yo hubiese seguido siendo la rarita huraña de la familia. No todo eran desventajas, al menos no daba mucha guerra detrás de mis libros, tan sólo cuando me veía forzosamente alistada a la lucha por el resto de la jauría. Pese a que hermanísima siempre afirmaba lo duro que era ser la mediana, me pregunto qué habría opinado de haber sido la mayor.

viernes, 5 de octubre de 2012

CODORNICES DE LA TITA CARMEN

"Virgen y Codorniz" de Pisanello
La caza de la perdiz y la codorniz es un clásico de la zona de Jaén, por lo que los diversos guisos de estas aves son habituales en los recetarios de la región. En los restaurantes de la provincia nunca falta el cremoso paté de perdiz de La Carolina para abrir boca, ni la fresca ensalada de perdiz escabechada sobre unas hojas crujientes de lechuga durante el verano, ni la perdiz estofada como plato principal en otoño e invierno (con la deliciosa versión de perdiz roja acompañada de trigo con salsa de setas y reducción de vino de Los Sentidos), ni por supuesto las codornices rellenas y un largo y variado etc del que una nunca se harta, ni tampoco se aburre. Por muy ricas que estén en cualquier sitio, las mejores (sin discusión por los que las han probado) son las tradicionales de mi familia, entre las que destacan de manera especial las de la tita Carmen (con la colaboración de la tita Mercedes). La experiencia, el gusto con el que las titas elaboran cualquier comida, el cuidado con el que limpian y preparan el ave y el cariño con el que piensan en los agradecidos comensales que van a disfrutar del menú (sin dejar ni las migas) han hecho que hayan logrado la perfección en este plato (así como en otros muchos). No sé si la retahila de rosarios que las titas rezan a cualquier hora del día o de la noche y con los que piden por todos y cada uno de los miembros de la familia influyen algo en el sabor. Sea lo que sea, el resultado está dentro de lo que se puede considerar divino.

CODORNICES EN SALSA (de la Tita Carmen)

Ingredientes (para 4 personas)
8 codornices
Un poco de aceite para el fondo de la cazuela
2 hojas de laurel
Especias: pimienta, azafrán.
2 tomates pelados, rojos y hermosos.
1 cebolla y media partida
3 ajos en trozos

Elaboración
Abrir las codornices en dos mitades (sin llegar a separarlas) y dejarlas bien limpias (la tita se pone unas gafas de aumento para que no quede ni rastro de sangre ni vísceras).
Colocarlas sobre el fondo de una cazuela de aluminio grande (no en la olla para evitar que se amontonen y se cuezan)
Añadir un poco de sal, 2 hojas de laurel, un chorreón de aceite crudo en frío, no mucho, sólo para cubrir la base del recipiente, un poco de pimienta, azafrán, 3 ajos en trozos, un chorro de vinagre, 1 cebolla y media partida, 2 tomates pelados, rojos, carnosos y hermosos.
Rehogar las codornices junto con el resto de los ingredientes hasta que estén un poco doradas.
Añadir agua (sólo hasta cubrirlas).
Cocer destapadas unos quince o veinte minutos, a fuego medio, hasta que estén tiernas al pincharlas.
Sacar las aves y pasar la salsa por el pasapuré para que quede bien fina. Rectificar de sal.
Dejar reposar durante un día en la nevera cubiertas por la salsa.
Se pueden tomar tanto calientes como frías, pero siempre de un día para otro.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Un hogar para animales

"The little Fisherman" Donald Zolan
Desde su más tierna infancia, el hermano dejó patente que su interés por la naturaleza se decantaba más hacia la fauna que hacia cualquier tipo de flora. De hecho, su conocimiento de los vegetales se basaba en la alimentación más adecuada del bicho de turno. Tanto hermanísima como yo aprendimos zoología por ciencia infusa gracias a sus desvelos. Incluso los juegos de cartas, que en otros niños se limitaban a las familias y las razas humanas, en nuestro caso incluían órdenes, géneros y características de todas las especies del reino animal. Las cartas no bastaban, una imagen valdrá más que mil palabras pero no se acerca ni a la milésima parte de el hecho de tener un ser vivito y coleando al que estudiar en directo. Al igual que San Francisco de Asis, el hermano se erigió en patrón de una serie de animales dudosamente desamparados, a los que sin ser originalmente domésticos, les buscó un acogedor hogar... en  nuestra casa.

El medio acuático era uno de los favoritos del chiquillo para capturar a sus presas. Los secos olivares jiennenses no ofrecen una gran variedad de esos ecosistemas pero el talento natural de mi hermano suplía esas carencias. En caso de necesidad se conformaba con unos cuantos saltamontes y, mejor aún, su versión "top": una estilizada y cruel mantis religiosa. En verano, la piscina ofrecía la posibilidad de cazar un sinnúmero de diferentes insectos, desde avispas hasta libélulas, y en invierno sus aguas estancadas la convertían en el sueño de cualquier aspirante a biólogo marino. En primavera, las excursiones por los alrededores de la granja, además de concederles a los adultos unas horas de descanso de la chiquillería, también dieron sus frutos en lo referente a zoología, y de ese modo los primos exploradores descubrimos el lago Titicaca linarense. A partir de entonces, a la menor oportunidad, Pichín, Panocha y Pichón desaparecían durante mañanas y tardes enteras, para reaparecer de nuevo a la hora de la comida. Regresaban acompañados por una serie de especímenes viscosos que habían despertado su admiración y cuyo innegable atractivo, para la mayoría de la sección femenina de las primas, era directamente proporcional a la distancia a la que se encontrasen los anfibios. Resultaba increíble lo que unos palos y unos cubos, en manos del hermano y sus compinches, podían dar de sí como herramientas de campo.

Un año, nuestro verano andaluz emigró a Alemania. La Gästehaus de Heidelberg se encontraba a mitad del Schlosswolfsbrunnenweg (traducido: camino entre el castillo y la fuente del lobo). Lógicamente, la fuente del lobo fue el primer destino turístico de aquellas vacaciones para el hermano, y sus habitantes los germanos más asíduamente visitados durante nuestra estancia. No contento con limitarse a las visitas, y para evitar pecar de falta de cortesía, el hermano decidió invitar a algunos de aquellos residentes a nuestra casa. Los elegidos fueron un par de culebras de agua, negras, finas y largas, de aproximadamente un metro de longitud cada una, que recorrieron la distancia de separación entre su hogar y el nuestro en los cómodos cubos (de fregar) que su conductor robó para la ocasión. Una vez en casa, el anfitrión decidió que en aquellos cubos las pobres serpientes iban a encontrarse un poco estrechas y optó por ampliar su hábitat. Llenó la inmensa bañera del baño que compartíamos los hermanos y allí instaló su botín, dispuesto a estudiar a fondo su comportamiento. Por desgracia para él, para las culebras y para mí, al llegar a casa esa tarde tras el paseo por el Heidelberg urbano (y tras escalar la infame cuesta que separaba la residencia de la parada del autobús, tan empinada que sólo era accesible para peatones con piolets), decidí quitarme el acaloramiento con un buen baño. Descubrir a los invitados de honor de mi hermano metidos en la apetecible bañera no me llenó de emoción precisamente. Tras una pequeña discusión, en la que ambos esgrimimos nuestros argumentos, la Señora me dio la razón y pude realizar mis abluciones sin compañía.

Donald Zolan "Fishing"
En el piso de Madrid también se sucedieron diversas mascotas. Mi madre no permitía acoger perros y gatos, pero mi hermano se las apañó para respetar esa norma y dar rienda suelta a su afición al mismo tiempo. Traía a casa gusanos de seda, escarabajos de todo tipo (los rinocerontes y ciervos volantes, con sus cuernos, eran los más vistosos), galápagos, tortugas, hamsters y, por supuesto, peces. Lo que empezó siendo una simple pecera se convirtió en un acuario en toda regla y, lo que es peor, le contagió la afición a mi ex, que era actual por entonces. Toda aquella experiencia se merece otro post.

martes, 2 de octubre de 2012

ARROZ CON LECHE

"Kitty's Breakfast" Emily Farmer
He probado múltiples versiones de arroz con leche. La versión de Canena, de la Baronesa y de la tita Carmen, consistía en cocer el arroz en la leche aromatizada con canela y cáscara de naranja, sin parar de removerlo hasta que se ablandase y quedase casi deshecho, convertido en una crema. Luego se vertía en una fuente y se espolvoreaba con canela. Se dejaba enfríar y se guardaba en la nevera antes de servirlo, generalmente de postre, tras una cena más o menos ligera. Pero lo mejor de todo era levantarse al día siguiente y tener la fuente de arroz esperando en la nevera para tomar un buen plato de desayuno. ¡No podía haber mejor manera de empezar el día! El de la Baronesa era algo más líquido y ligero que el de la tita Carmen, lo que hacía que entrase con mucha facilidad. Descubrí tarde que su digestión no era tan sencilla como su acomode en el estómago. Una vez allí, tardaba más tiempo en evacuarse que el que empleaba mi padre, adelantando camiones, hasta llegar a Despeñaperros. Pasar el puerto con tres platos de aquel arroz en el estómago no era una hazaña compatible con las curvas, y el malestar que generaba no compensaba el placer que proporcionaba aquella delicia. Esa experiencia provocó que no volviese a tomar arroz con leche antes de un viaje, aunque no afectó a que lo disfrutase en cualquier otro momento.

La primera vez que tomé el arroz con su costra quemada de azúcar tostado fue en "Cirilo", cuando Juan Pablo Jiménez aún ejercía allí de chef. Si el arroz de mi abuela era bueno, aquel era aún mejor. Nunca lo he tomado igual, ni tan siquiera en Asturias, de donde se supone que es oriundo. Claro que la mano de Pablo no es un don al alcance de cualquier cocinero.

El arroz con leche tradicional, que trascribo según la receta asturiana original, no es el que hago, ni tampoco creo que me anime a hacer nunca. De sólo pensar en el dolor de muñeca con el que se puede terminar después de dos horas sobre el fuego removiendo sin parar la mezcla me entran síntomas del Síndrome del tunel del carpo, y eso no es recomendable a la hora de las cirugías. Mi elaboración es infinítamente más cómoda y sencilla. El motivo es que, afortunadamente, poseo una maravillosa olla lenta, de barro, traída por hermanísima de Inglaterra cuando aquí no se conseguían fácilmente, en la que sólo hay que poner los ingredientes (según se especifican en la receta) con la leche templada, darle al "on" en el mínimo y dejar durante toda una mañana, una tarde o una noche, para despertarse al día siguiente con una maravillosa crema de arroz a la que sólo le falta el frío. Un chorreón final de lemoncello es un pequeño truco que me enseñaron y que le da un toque especial (al igual que el amaretto hace lo propio con la creme brulée). El resultado no tiene nada que envidiarle a la preparación tradicional, salvo en la ausencia del dolor de articulaciones, del que puedo prescindir sin pena alguna. Una capa de azúcar moreno rociado de anís y quemado con el hermoso soplete que mi madre me regaló para la Bica le proporciona la crujiente costra final (si es que se prefiere con ella).

ARROZ CON LECHE TRADICIONAL (para los puristas y los que se atrevan)

- 1 litro y medio de leche entera.
- 1 palo de canela.
- La ralladura entera de medio limón (o naranja si se prefiere), con cuidado de que no tenga la parte blanca para que no amargue.
- 200 gr de azúcar.
- 100 gr de arroz de grano corto.

El arroz de grano corto es el indicado para la crema de arroz por la rápida absorción del líquido y la calidad de su grano, de este modo se obtiene un resultado muy meloso.
Para un resultado óptimo, la elaboración de este arroz se lleva dos horas de promedio.
Para su elaboración a mano según la receta tradicional:
Calentar a fuego bajo una pequeña cantidad de agua, no más de medio vaso, y verter sobre ella el arroz. No más de lo que en Asturias se conoce como "un pocillo" de arroz, es decir, una cuarta parte del vaso de agua. Remover sin parar con una cuchara de madera hasta que se convierta en una semi-pasta blanca y el arroz haya soltado su almidón.
En ese momento se le agrega la corteza de limón y la rama de canela, y se sigue removiendo.
Cuando esté en el punto óptimo, una crema blanca de arroz que ha comenzado a ablandar y el agua se haya evaporado, verter poco a poco la leche templada, que habremos calentado previamente. No parar de remover hasta la total adición de cada chorro de leche, sin añadir más hasta que el anterior se haya convertido en crema junto con el arroz, sin dejar nunca que se pegue.
Cuando se haya utilizado toda la leche, retirar  la piel de limón y la canela, añadir el azúcar y remover a fuego bajo hasta su disolución.
Verter en los cuencos donde se servirá y espolvorear con canela o requemar con soplete.
El hecho de cocer el arroz en la leche y ponerlo a espesar directamente al fuego es una innovación posterior que no se contempla en la receta original.