martes, 20 de marzo de 2012

Primeros recuerdos de infancia

Baby hugging bunny- Diana Evans
Son curiosos los primeros recuerdos. No tienen una continuidad sino que son meros retazos. No obstante, resultan tan vivos como si hubiesen ocurrido ayer mismo, aunque hayan transcurrido 40 años. No tengo memoria de mi época canadiense, salvo por referencias, ya que regresamos a España antes de nacer hermanísima, con la que me llevo menos de año y medio. Mis primeros recuerdos se remontan por tanto al tiempo en que nació hermanísima y en el que vivíamos en el piso de Alonso Cano. Como era muy pequeña, mi vida transcurría a ras de suelo y, supongo que es por eso, por lo que me acuerdo tan bien de la preciosa tarima de madera reluciente, casi bruñida, de aquella casa. Sé que la habitación donde dormíamos hermanísima y yo estaba enfrente de la de nuestros padres, porque algunas mañanas del fin de semana nos íbamos allí a ver si nos dejaban jugar en su cama un rato con ellos. Hacíamos una tienda que nos cubría las cabezas con las sábanas y mi padre nos hacía cosquillas que nos hacían removernos de la risa.

Cuando me tocó la fase de terrores nocturnos, recuerdo levantarme una noche toda esperanzada con la idea de refugiarme bajo la protección de mis progenitores. Les expliqué mi sueño: mi cama flotaba en medio del universo mientras viajaba entre "estrellitas" que subían y bajaban a mi alrededor a gran velocidad. Las veía tanto con los ojos abiertos como cerrados. No les debió de parecer un sueño los suficientemente aterrador y me enviaron de vuelta a mi dormitorio con la recomendación de que me protegiese hermanísima, que contaba con un año de edad y roncaba feliz y tranquila en su cuna, al lado de mi cama. El universo se transformó momentáneamente en un océano, con la sensación de estar sumergida entre extrañas ballenas y aún más extraños tiburones y monstruos marinos. Aquel mar me asustó mucho menos que la idea de errar perdida en el universo. Hermanísima seguía felizmente dormida entre los peces, por lo que no supuso un gran apoyo. El sueño de las estrellitas fue mi pesadilla recurrente durante la infancia. Descubrí que si agarraba mi osa rosa de peluche, me tranquilizaba.

En aquella casa teníamos una vecina  un par de años mayor y que, a esa tierna edad, me parecía toda una adulta. Vivía un par de pisos por debajo del nuestro y en un cumpleaños le regalaron un tocadiscos, de color amarillo que me impresionó cuando nos lo enseñó. Es otro de esos retazos que conforman mi memoria de esa época, supongo que porque me pareció un regalo de "mayor".

Había una farmacia en nuestra calle, con una cruz verde que me llamaba la atención. Me fijé por primera vez en ella una tarde de verano, mientras paseábamos. Yo llevaba puesto un mono sin mangas y de pantalón corto, de una tela como de toalla, fina y aterciopelada, con una cremallera de metal en la parte delantera con una arandela para subirla y bajarla. Me encantaba aquel mono, era comodísimo y, en mi opinión, su precioso color azul-verdoso aguamarina, que vuelve a llevarse esta temporada, me parecía de lo más favorecedor. Me sentía feliz vestida con él.

No se me olvida el miedo que pasé el día que me pusieron la vacuna de la viruela. Nos llevó mi padre, así que pensé que debía de tratarse de algo importante. Iba de su mano y casi volaba sobre el suelo. Mi progenitor siempre ha caminado a buen ritmo y, el tener agarrado a un chiquillo, lo único que suponía es que el niño tenía que correr. Cuando llegamos allí oí como un crío daba alaridos detrás de la puerta cerrada. Lógicamente, el sonido me tranquilizó mucho, no obstante, la figura paterna me imponía demasiado como para atreverme a emitir ni media queja. Entré a continuación, sin aliento tras la carrera y temblando de la cabeza a los pies. Vi cómo pasaban sobre una llama azul una gran aguja, larga y negra. Me la acercaron. Pensé que me quemaría pero la mirada de mi padre bastó para que no me moviese. Me rasparon con ella la piel, aunque no lo asocio con ningún tipo de dolor. No sé si el miedo me tenía paralizada e insensibilizada. A partir de ahí se terminan las imágenes y el nudo del estómago.

"Snow White" Gustav Tenggren
Me acuerdo de la primera vez que fui al cine. Era una sala que estaba cerca de casa. La película era Blancanieves. La imagen de la bruja perseguida por los enanitos hasta despeñarla me sobrecogió y se me grabó en las retinas. Recuerdo la sensación de terror, inmóvil en el asiento, boquiabierta (ese gesto era propio en mí), totalmente abstraída por la escena. Deseaba que alcanzasen a la bruja pero, al mismo tiempo me daba miedo que lo consiguieran. La malvada madrastra lanzaba rayos para destruir a los enanitos y, quién sabe, qué podría hacerles si la atrapaban. Aún puedo ver en pantalla grande la caída por el precipicio, arrastrada entre las rocas, iluminada por los relámpagos y rodeada por la capa negra. Recuerdo la mezcla de alivio y espanto que me invadió entonces. Después de aquello, al pasar por el cine, siempre me fijaba en el gran cartel que anunciaba la película que exhibían. La siguiente que vi fue Fantasía. Por entonces no me gustó. Nadie me había explicado que se trataba tan sólo de una animación basada en la música, así que me pareció que la trama no tenía un hilo conductor con el que seguir la historia. Después de la emocionante Blancanieves mi opinión crítica de Fantasía fue que era un rollo. Como secuela de aquello, durante muchos años tuve encima de la cama un póster de la película con Blancanieves en brazos del príncipe. Es innegable que, esa imagen, tuvo una gran influencia en mis expectativas románticas.


viernes, 16 de marzo de 2012

¡Felicidades ciclón!

"Summer afternoon" Jean Hildebrandt
Vimos por primera vez al ciclón cuando apenas contaba con unas horas de vida. Desde el instante en que el bebé cruzó su mirada con la del Dr. House, este dictaminó que, aquella criatura, era muy lista. Lo que no quedó claro en esos momentos era el abuso que iba a hacer de esa cualidad.

La naturaleza es sabia y tiende al equilibrio. Para compensar el carácter introvertido de su hermana mayor, la pequeña siempre ha sido una zalamera. Una ojeada seductora a su víctima, acompañada de un par de sonrisas, y ya tenía al adulto de turno en el bolsillo. Profesores de guardería, parvulario, hermanísima y demás educadores quedaban desarmados ante su innato poder de conquista y, el ciclón, se salía con la suya sin dificultad. Su sentido de la justicia y las reglas difiere mucho del de sobrinísima, así como su sentido práctico y su optimismo. Si la primera es Quijote para la que todos los escollos son gigantes molinos, esta es Sancha con su desarmante lógica y sus recursos para salir a flote, y generalmente beneficiada, de sus múltiples diabluras.

Al igual que los personajes de Cervantes, ambas son inseparables. Claro que, como hermanas, tienen que marcar su territorio, lo que dadas las diferencias de carácter de ambas y la "flexibilidad" que muestran en sus opiniones, llega en ocasiones poner a prueba el instinto maternal de hermanísima. ¡No saben la suerte que tienen ambas de haber caído en el protectorado de esa casa! Claro que, fomentar la independencia también es recomendable, al menos de vez en cuando.

Me tiemblan las rodillas cuando pienso en la adolescencia a la que le falta, poco o nada, por entrar. Creo que, entre la prometedora situación que se plantea en la Sanidad y la peliaguda perspectiva familiar, voy a imitar a mi sabia hermanita y emigraré durante los años en los que coincidan ambas sobrinas en esa fase.

¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES CICLÓN!


jueves, 8 de marzo de 2012

¡Felicidades MJ!

Girl Playing Piano by Jessie Willcox Smith
En la granja me gustaba salir a leer al porche por las mañanas, pese al inconveniente que suponía el estar tan a la vista y ser presa fácil para ser cazada y obligada a realizar tareas domésticas. La razón de arriesgarme a esa contingencia se debía a que mi prima MJ se pasaba dos horas ensayando sus lecciones de piano. El instrumento estaba al lado de la ventana por lo que podía leer al mismo tiempo que disfrutaba de la música.

En una caterva de primos del tamaño de la nuestra, era inevitable que se formasen grupos. Dado que las más introvertidas, con diferencia, eramos MJ y yo y que además, MJ no llevaba muy bien las disposiciones de mi hermanísima (a lo que me unía porque ya las padecía bastante cuando no tenía al resto de la familia alrededor), nuestra unión era algo natural, dentro de que el vínculo entre ambas no era de "inseparables" sino que gozábamos de una amplia independencia. En ocasiones, nuestra asociación se podría incluso denominar "de conveniencia".

La adolescencia nos afectó de formas muy distintas. A mí me creció la nariz y me cubrió el acné. Sin embargo, a ella, le dio luz a la piel, le perfiló las facciones y destacó sus ojos azules. Se convirtió en un auténtico bellezón, al igual que el resto de sus hermanas cuando pasaron por esa fase. En mi opinión creo que se debería realizar un estudio genético de la familia para averiguar el porqué de ese peculiar rasgo. Ese secreto de belleza valdría su precio no en oro, sino en kilates de diamante. Por supuesto, y pese a que no se dulcificó su fuerte carácter, los chicos caían como moscas ante su presencia. No obstante ella tenía las cosas muy claras y era en extremo selectiva.

Cupido la afectó como a todo el mundo y el candidato elegido, si bien cumplía una serie de requisitos deseables, entre ellos no se hallaba el de valorarla en su justa medida, sino más bien el de querer lucirla a su lado a modo de florero. La relación progresó con sus más y sus menos, pese a ello se casaron aunque, por desgracia, no vivieron felices para siempre aunque sí que tuvieron dos preciosos niños con los que mi prima saca toda su faceta de gran madraza y que quiere con locura, tanto como quería a su sobrina.

El fracaso sentimental no la hundió (es insumergible). Cuando se sintió con ganas de compartir su vida con una nueva pareja, sólo tuvo que dar la consabida patada en el suelo para que apareciese un candidato que adoraba cada uno de sus pasos. Entre otros factores, la distancia contribuyó a malograr la relación. No obstante, el cambio la ayudo a recuperar su autoestima y a escarmentar sobre los presumidos pretenciosos. También la dura experiencia sirvió para integrarla más en la familia y hacer más cariñosa su naturaleza algo arisca.

¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES GUAPÍSIMA!

domingo, 4 de marzo de 2012

Ganadora: ¡Miss Corn!


































La autora de esa entrada es Miss Corn, ganadora del concurso de chocolate ni más ni menos que en Bélgica. El talento culinario de la familia se reconoce hasta en los lugares con reputada tradición chocolatera. Narra todo el periplo por el que han pasado para lograr ese premio. Creo que hasta sudaron gotas de chocolate.


"Lo primero, gracias por cumplir uno de mis sueños, ha sido durillo pero inolvidable. Hemos llorado, hemos reído, nos hemos ''cagaó en to'' y hemos recurrido a la fe y rezado como posesas para que saliera.
Nos levantábamos a las 7,30, desayunábamos e íbamos a misa. De ahí empezábamos con la tarea en el taller del chocolate hasta la hora de comer, las 13:00, con la glucosa recuperada seguíamos con el chocolate, hasta la hora de cenar, a las 19:00. Y después, continuábamos hasta que se nos caían los ojos.
Así una semana.
Desesperadas porque al ver los proyectos y las maquetas de otros países, queríamos llorar:  un diseño, un brillo, un color.. ¡era demasiado!
El día se acercaba y tan sólo teníamos ''la idea''. No nos salia la maqueta. Yo sólo oía cantar a mi profesora entre un silencio incómodo, de nervios.... (como la tita Merche). Nos mirábamos unas a otras en plan: no sale, no va a salir...
Seguíamos, inasequibles al desaliento. Llegaban las 12, la 1 de la noche, y se nos rompía lo que teníamos. Frustradas, nos poníamos a ello de nuevo, una y otra vez, a atemperar chocolate. Me subía a la habitación a ducharme y bajaba de vuelta al taller. Descorazonadas, agotadas, a punto de rendirnos, y de llorar, cada vez que alguien exclamaba ''¡Se ha roto otra vez!''.

Así un día tras otro, hasta el sábado. Ese día fuimos al Museo del Chocolate. Allí conocimos a un hombre, que era lo último que me quedaba por ver: el tipo era un auténtica fiera. Hablaba en un remix de idiomas: ''¿français? ¿Español? ¿Deutch? ¿Italiani?'' Se montó un monólogo mientras nos explicaba que, si un chocolate no se atemperaba bien, se podia derretir y acababa por romperse, que era, más o menos, lo que nos pasaba a nosotras.
Mi profesora levantó la mano y le comentó: ''Mire, estamos desesperadas, no nos sale una maqueta para un concurso que tenemos mañana, ¿qué hacemos?'' Él le preguntó a su vez: ''¿Cómo lo estáis haciendo? ¿Es un molde hecho o dibujado?'' El hombre entró en detalles y yo, mientras nos contaba, atendía con la boca abierta hasta el suelo, ¡para todo tenia una respuesta, alucinante!
Después de acribillarle a preguntas, se vino hacia nosotras y nos dijo: ''Alguna duda más, ¿queréis alguna otra cosa?'' A mí se me escapó un espontáneo: ''¡Que se venga con nosotras, por favor!'', que adorné con un tono patético y un gesto implorante de desesperación. El hombre, muerto de risa, nos contestó: ''¡De acuerdo, perfecto!'' y me sonrió. En un aparte, mi profesora me susurró: ''¡Buena la has hecho! ¡Es uno de los miembros del jurado!'' (La lié, como digna hija de mi padre.)

Llegó el sabado por la noche y, poco a poco, se empezaron a ver las cosas. Eso sí, sin tiempo para comer, tampoco para merendar, y ni hablar de cenar. Nos propusimos un intensivo porque, si no, no íbamos a tener nada para el concurso.
A eso de las 2 de la mañana, los moldes estaban hechos ¡Qué alivio, al fin! ¡Sólo faltaba montarlos! Claro que era lo más complicado porque, por el peso, se podían hundir.
Mi profesora me pidió: "Es tu maqueta, ayúdame y lo montamos entre las dos". Asustada, rechacé la propuesta: ''¡no, no, no! Son las dos de la mañana, tengo los ojos pegados y las fuerzas se me escapan hasta por las orejas ¡Esa responsabilidad me llevaría hasta el final de mis dias! Confío en usted.'' Así que, con todo mi morro, me quedé mirando cómo trabajaba. La pobre, con una sonrisilla, entre dientes, me suelta: ''¡Capulla!'' ¡Ja ja ja ja!
¡Por fín! ¡Las 4 de la mañana y todo montado, listo y preparado!
Otra profesora, de Ciudad Real, vino y nos dijo ''Necesito que me ingresen!'' Estábamos reeeeeventadas.....

Al día siguiente amanecimos con unas ojeras que nos llegaban al suelo. Todo estaba lleno de periodistas, fotografos, cámaras de television belga. Para más inri, el idioma del concurso era el francés.  El jurado se reunió en petit comité. Deseando dormir y empanadas, apenas nos enterábamos de nada. De repente escuchamos un: ¡Premier prix: SPAIN! ¡¡¡¡FUENLLANA!!!!. Asombradas, sin saber si soñábamos, nos miramos: ¿¿¿¿Nosotras?????? Confirmamos que estábamos bien despiertas y, con la emoción del momento, dimos todo un espectáculo: saltamos, nos abrazamos, gritamos, etc. Subimos al escenario donde nos entregaron una copaza, además de sacarnos un millón de fotos al lado de nuestra maqueta.

Con eso yo ya estaba más que contenta: ¡había ganado la maqueta de una compañera! Una muchacha de allí nos tradujo el resto de los discursos y, como una media hora después, anunciaron: '' Vamos a dar una medalla, votación de la ciudad y al gusto del alcalde, al mejor montaje, al más original entre todas las categorías. El premiado es: ¡¡¡SPAIN, FUENLLANA, por el "Tocadiscos The Beatles"!!!'' ¡Imaginaos mi cara!! Y tengo que decir que se me escapó una lagrimilla....(jiji). No me importó nada que mi maqueta quedará 3ª en el Internacional del nivel Profesional.

Además visitamos Brujas, Bruselas y Lovaina. ¡Todo precioso!

Ahora estoy hinchada de examenes y, por ese motivo, no he llamado ni he dado señales. ¡Lo siento!

¡¡¡¡MUCHÍSIMAS GRACIAS POR TODO!!!!" 


sábado, 3 de marzo de 2012

La señora baronesa

La señora baronesa solía quejarse de que no dormía. Es por eso por lo que se acostaba siempre bien pasada la medianoche y, si se juntaba con las otras insomnes de la familia, la cosa podía prolongarse entre rosarios y conversaciones hasta las 3 ó las 4 de la mañana. Las malas noches derivaban en que, por las mañanas, no amaneciese hasta pasadas las 12 (o la 1). La tita Mercedes se ocupaba de poner todo en funcionamiento desde primera hora, aunque siempre en silencio para no molestar su descanso. Una vez la baronesa estaba vestida y arreglada, la casa debía estar a tono con ella. Por eso la tita se afanaba desde primera hora en dejarlo todo como la patena y en pillar, para hacerle entrega de la escoba y la fregona, a cualquier incauto que se pusiese a tiro. Huir a un rincón apartado con el libro no siempre conseguía ponerla a una a salvo de las tareas domésticas.Cuando el sol alcanzaba su cénit, la tita le llevaba a su desvelada prima una bandeja con el desayuno a la cama. A partir de ahí, daba comienzo su día.

El resto de la familia orbitaba alrededor del inmenso magnetismo de la abuela. Era cariñosa aunque no demostrativa (Posti ha heredado ese rasgo). Mi madre y mis tías, para darle un abrazo, la agarraban hasta inmovilizarla y se lanzaban sobre ella, todas a la vez, para cubrirla de besos (al igual que hace Titón con su hermano). Supongo que esa manera filial de mostrar afecto influía en que no disfrutase demasiado al recibirlo. Con su ángel conquistaba a todo el mundo y, el primero de la familia en caer bajo el hechizo de su sonrisa, y dar inicio a la estirpe, fue mi abuelo. Tremendamente generosa y bien dispuesta, siempre echaba una mano al que se lo pidiese o lo necesitase. Con su gracia, irónica y sin malicia, salvaba cualquier situación con humor y risas.

Durante la época de la granja, la baronesa reinaba en su cocina y los demás súbditos rendíamos pleitesía a sus guisos. La recuerdo mientras amasaba, sobre la gran mesa del salón, el hojaldre para el pastelón.  Luego lo extendía y lo rellenaba con los filamentos de cidra, el chocolate negro rallado y las almendras, que el abuelo recogía del árbol y pelaba con esmero, para que ella las tostase al horno y las moliese muy finas antes de ponerlas en aquel postre que llenaba de dulces aromas toda la casa. El pastelón hacía su aparición tras la comida acompañado de una copita de risol.

También había tardes en las que tocaba preparar chorizos. La abuela y la tita adobaban la carne para convertirla en chicharrilla que nos salteaba en bocadillos y tortillas para la cena. Tras meterla en las tripas, nos ponía a los primos a atar y pinchar los chorizos, que colgaba en la despensa a que se curasen. Fue un milagro que los agentes de aduanas canadienses no disfrutasen de esa delicatessen cuando viajó a ese país a conocer a su primera nieta. No podía pasar sin llevarle a su hija, en pleno puerperio, unas cuantas ristras de su exquisito chorizo casero. La entrada de cerdo ibérico a Norteamérica no estaba permitida por aquel entonces por lo que, la feliz abuela, envolvió muy bien su producto y lo introdujo de contrabando cosido en el interior del forro de su abrigo.

Convertía los garbanzos del cocido en morococo y hacía con las sobras crujientes y ligeras croquetas de patata y pollo. Añadía especias a la sopa de manera que, incluso Mafalda, se habría relamido con el caldo. Sus albóndigas y su tortilla de patatas gozaban de fama universal y, los mayores, hacían valer los derechos adquiridos con la edad para servirse los últimos trozos, de aperitivo decían.  Claro que, el que la hora de la comida coincidiese con la película del mediodía, una vez pasado el telediario y el tiempo, hacían del "aperitivo" una parte imprescindible del menú. La espera merecía la pena y era algo natural, dada la hora a la que daban comienzo los días en la granja.

Su sonrisa es inolvidable. Su recuerdo y su legado son parte del eje, alrededor del cual, sigue girando la familia. A nadie le extraña que la mayoría de nuestras reuniones ocurran alrededor de una bien surtida mesa.  Antes de marcharse, durmió tranquila durante 5 días en los que no le faltó nunca compañía.

El legado de la abuela

La autora de esta entrada es mi hermanita. Todos en la familia estarán de acuerdo con lo que dice y se merece un espacio destacado en el blog, no un simple comentario. 

Jessie Willcox-Smith
"Una de las noches en que la abuela estaba enferma estuve pensando en el legado que nos dejaba y en todo lo que había sido su vida, la vida de una de esas grandes mujeres que cuando se van parecen encontrarse en cada uno de los recuerdos que te han construido como persona.

Gracias a la abuela, ni la pérdida del abuelo ni la venta de la Granja pusieron distancia entre los primos, sino al revés, nos armamos de nuevas ilusiones y, aunque muchas veces con nostalgia, buscamos nuevos lugares para juntarnos y seguir celebrando todo aquello que pudiera ser susceptible de celebración.

Sin darnos cuenta la abuela ha ido dando sentido a muchos de nuestros encuentros: su santo, el aguinaldo o el carácter sagrado que cobraba la frase "ir a ver a la abuela" en cuanto llegabas de viaje, o pasar a despedirte al marcharte, todo ello es reflejo del respeto y de la admiración que la abuela se ha ido ganando entre nosotros.

Generosidad, altruismo y un cierto toque de ironía son las tres cosas que más me gustaban de ella, junto con el tacto suave de su siempre fresca piel. Sin embargo, lo que más admiro es el profundo respeto que consiguió inspirar en todo aquel que la conocía.

¡Gracias abueli!"

viernes, 2 de marzo de 2012

La importancia de llamarse Andrés

"Nada en el mundo sustituye a la constancia. El talento no la sustituye, pues nada es tan corriente como los inteligentes frustrados. El genio tampoco, ya que resulta ser tópico el caso de los genios ignorados. Ni siquiera la educación sustituye a la constancia, pues el mundo está lleno de fracasados bien educados. Solamente la constancia y la decisión lo consiguen todo."  Baltasar Gracián. 

Esta cita es la divisa que ha escogido mi primo Andrés y con ella hace honor a su nombre, ya que está claramente inspirada en el ejemplo de mi abuelo. Tanto mi abuelo en el pasado, como mi primo en el presente, salvan los escollos y progresan en la vida a base de constancia y sensatez. Habría que añadir esta virtud a la cita de Gracián para alcanzar el éxito en la empresa. 

Armado con este principio y un montón de ropa de abrigo se marchó a trabajar a Alemania a instalar, en pleno invierno, en un hermoso campo cubierto de nieve, unas placas solares. Supongo que los optimistas habitantes oriundos de ese país consideran que el norte de Alemania disfruta de un clima seco y soleado. Seguro que opinan que sacarán un inmenso partido al trabajo realizado por mi primo y sus compañeros. Incluso es probable que los rayos de sol reflejados en la nieve sean más potentes y aprovechables por las placas que en un lugar más cálido. Lo que no entiendo es el beneficio de plantarlas en pleno invierno, a través del hielo sobre el suelo petrificado por la congelación y con los pobres ingenieros equipados como para una expedición a la Antártida con las manos casi inutilizadas por el frío y los gruesos guantes. 

Al igual que mi abuelo, mi primo luchó contra los elementos y superó la prueba sin perder su humor. No sólo eso, sino que también hizo gala del espíritu generoso y dispuesto de la familia: su sueldo, ganado con las gotas de hielo de su frente, contribuyó a sufragar parte de los gastos de estudios del Erasmus de su hermana. 

Constancia, decisión, sensatez, sentido del humor y generosidad, está claro que supera la consigna de Gracián.  ¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES ANDRÉS!