jueves, 27 de septiembre de 2012

"Andresito"

Desde siempre la Baronesa sentía verdadera debilidad por su "Andresito", su hijo mayor. Al verle se le iluminaba la cara y le brillaba un poco más la mirada. Fue su voz la que le hizo abrir los ojos por última vez. Esa reacción, de apenas unos segundos, calmó un poco la ansiedad del resto de los presentes. Para él fue su última sonrisa, aquella maravillosa sonrisa suya gracias a la cual conquistó primero a mi abuelo y después a toda la familia. Con ese gesto de felicidad pintado en el rostro, mi abuela se durmió de nuevo.

Hablar del tito Andrés implica hablar de su numerosa familia, de la que es la piedra angular. Cuando mi tío conoció a mi tía Pepi, por aquel entonces la chica con fama (y méritos) de ser la más guapa de Linares, tuvo muy claro que ella era la mujer de su vida. La cortejó con silenciosa perseverancia y, por supuesto, logró su objetivo y se casó con ella. Mi tío estaba dispuesto a ser él el que perpetuase el linaje del apellido con un chiquillo que compartiese sus aficiones y le acompañase en sus salidas de caza y pesca. Sin embargo sus planes se torcieron, pese a su empeño y constancia, y tuvo que conformarse con hacer esas cosas con su sobrino, dado el plantel de niñas que invadió su casa. Eso sí, mi hermano, que pese a ser el sexto nieto de la estirpe fue el primer y único varón durante unos cuantos años, estaba siempre encantado de irse con él de madrugada a sus excursiones por el monte. Mi tío fomentó en él la pasión por la naturaleza y aquel fue el principio de su vocación, que posteriormente ha desembocado en su profesión.

El ansiado niño no llegó. En su lugar la naturaleza le regaló, una tras otra, seis hijas guapísimas. Cito textualmente al orgulloso padre que afirma que "cuando se hace algo, hay que hacerlo bien" e, indiscutiblemente, lo hizo muy bien. Claro que al llegar la adolescencia, y las hormonas, el asunto se complicó. ¡Ironías de la vida! Él, que siempre había sido un aficionado a la juerga y que, según me han contado diversas fuentes en su época de soltería se escapaba por las noches como un ratero a través de los tejados de la granja, cogía su moto y no regresaba hasta que despuntaba el alba, se encontró, de repente, ejerciendo el papel de padre de seis preciosas muchachas. Me imagino que le temblaría todo el cuerpo cuando sus "pequeñas" empezaron a querer salir socialmente. Se podría pensar que su experiencia le convertiría en un padre estricto y dominante, aunque eso estaría muy alejado de la realidad. Le bastaba una palabra firme para dejar claro a qué atenerse. Su vigilancia se limitaba a encargarse de recogernos tras nuestros paseos. Nos esperaba con el coche, durante un tiempo un AX en el que entrábamos 6 ó 7 primas apretadas como sardinas, en la Plaza del Ayuntamiento. Allí debíamos estar a las 21 h en invierno y a las 21:30 h en verano, antes de la hora de la cena. La puesta de sol estival se veía ya de vuelta en la granja. En la invernal los mayores pretendían que siguiese siendo así, pero no les fue posible: el astro no se dejó y sus hijas, que habían heredado en parte la rebeldía de la que él mismo había hecho gala en su juventud, se mostraron incluso más reticentes que la estrella a adelantar, aún más, el horario.

Incluso la adolescencia de seis niñas llega a su fin, momento en el que mi tío descubrió que ahí no se terminaban sus problemas. Empezó entonces su papel de abuelo. Su primer nieto fue una nieta, para continuar con la tradición. Luego empezaron a llegar los varones. Las niñas no se iban a dejar arrebatar el protagonismo y ganaron un par de puestos. De abuelo pasó a patriarca y, como bien dice su hija Sole, siempre ha estado ahí y ha sido la roca en la que se han apoyado en los tiempos difíciles que, por desgracia, han sido muchos y muy duros. Los asumió con gran estoicismo y los capeó con paciencia y moderación, sin quejarse ni hundirse en ningún momento. También ha tenido grandes satisfacciones y ratos muy buenos de los que ha sacado lo mejor para disfrutar de ellos y ser feliz con lo que tiene. Sigue adorando a su bella esposa como el primer día y tanto ella como sus seis hijas y todos sus nietos le quieren, y le han querido, con locura. Está siempre ahí, sin hacer ruido, y es digno de admiración.

¡MUCHAS FELICIDADES TITO!

lunes, 24 de septiembre de 2012

El hada azul de la tita Mercedes

Sophie Anderson "Head of a Nymph"
Hay cosas que nunca deben perderse. Recuerdo el encanto que rodeaba siempre la historia del hada azul de la tita Mercedes. Los primos no nos cansábamos nunca de escucharla y ella no se negaba a nuestras peticiones. La recitaba con su voz dulce, a veces cuando estábamos todos los chiquillos reunidos en el porche y, otras veces, en la penumbra del dormitorio cuando subía a darnos un beso de buenas noches. Sus suaves palabras sonaban a modo de canción de cuna. En el caluroso sopor de las noches del verano linarense, la brisa hacía ondear las cortinas de los balcones abiertos, como si formasen parte de la túnica de tul del hada que deseara colarse a escuchar el musical poema. Nuestra imaginación reproducía cada escena de la historia y nuestra mente guardaba celosamente cada susurro. 

EL HADA AZUL

Cierta vez el hada azul
quiso a la tierra bajar
y se mandó preparar
su gran carroza de tul.
Al montarse en el carruaje
dijo el hada para sí:
A cada mujer
de las distintas naciones
le he de otorgar tantos dones
como pueda conceder.

Bajó aquí sin dilación,
tocó su cuerno Amarante
y reuniéronse al instante
una de cada nación.

Llamó y dijo a la italiana:
Tú tendrás ardientes ojos
y tendrás labios tan rojos
que parecerán de grana.
Por tu cutis nacarado
-le dijo a la inglesa- serás, 
un tesoro codiciado
entre todas las demás.
Por tus nacarados dientes
-díjole a la austriaca luego-
verás quemar en el fuego
de amor a tus pretendientes.

A la mujer parisién
le dio suma distinción,
elegancia, corrección ...
¡y hasta corazón también!
Y así fue haciendo lo mismo
pródiga con todas ellas,
repartiendo entre las bellas:
a una ingenio, a otra blancura,
y, a esa otra, un alma pura.

Así acabó con sus dones,
que entre todas repartió,
cuando al terminar salió,
de entre todas las naciones,
una gallarda manola,
muy joven, casi chiquilla,
que lucía una mantilla
de rica blonda española,
y que acercándosele al Hada,
ruborosa dijo así:
«Según veo, para mí
no me habéis guardado nada.»

Quedóse el hada un momento
suspensa de admiración
y fijando su atención,
con cariño preguntó:
«¿Qué puedes tú desear
que yo te pueda otorgar?
¿Tienes algo que envidiar
a todas estas mujeres?
¿No tienes el pelo acaso
negro, abundante y hermoso?
¿No tienes cutis de raso?
¿No tienes el porte airoso?
Entonces, ¿qué quieres?, di,
¡si aún juntando a todas ellas!
resultarán menos bellas que tú.

Sin embargo- dijo el hada-
yo no quiero que al marcharme
tengas porqué lamentarte
de que no te he dado nada.»
Y mirando a la manola,
dijo alzando más el tono:
«A ver, que traigan un trono
a esta mujer española.»
Y en este cuento me fundo,
si es que este cuento no engaña,
para decir que en España
está lo mejor del mundo.


Hoy sería el santo de la tita, además del de todas las Mercedes de la familia (y de fuera de ella). ¡Muchas Felicidades!

sábado, 22 de septiembre de 2012

Feliz cumpleaños Kiko

Elizabeth Webbe
Kiko es tan encantador como Kika. Siempre inseparables en sus travesuras y juegos infantiles, acabaron por compartir hasta el nombre. A ninguno de los dos se les ocurría nunca una idea buena y, sus innumerables trastadas llevaban a sus padres, de los que habían heredado esa faceta, por el camino de la amargura, y a los demás por el de las risas.

Recuerdo a Kiko cuando era pequeño: un chiquillo dulce e inquieto, con carita de pilluelo adorable. ¡Tan menudo que parecía un duendecillo! Hasta su pelo delataba su carácter travieso: rubio y siempre tieso, con el flequillo y la coronilla de punta. No había modo de peinárselo al estilo de "niño bueno", ni tampoco de ningún otro modo. El agua, la colonia y la gomina lo único que hacían era reforzar esa tendencia natural a revolverse. Era frecuente chocarse con él mientras corría a toda velocidad por el pasillo, perseguido por su madre y su abuela, ambas armadas con sendos cepillos y un frasco grande de colonia. Generalmente lograba esquivarlas con éxito al tiempo que driblaba todos los obstáculos que se encontraba por el camino. A la hora de las comidas las carreras eran similares, aunque el utensilio se sustituía por una cuchara, con el correspondiente desaguisado porque donde no llegaba jamás la comida era a la boca del crío.

Al crecer su pelo se hizo más dócil y, en imitación a Sansón, mi primo perdió su tendencia a las diabluras, que no a la diversión. Conservó, eso sí, todo el encanto característico de su familia. Se puede confiar en él, es tan bueno, cariñoso y alegre como su hermana. Siempre da su opinión sincera y carece de dobleces.

Le deseo que pase un MUY FELIZ CUMPLEAÑOS y que Kika le regale una deliciosa tarta.

jueves, 13 de septiembre de 2012

CSI Billete (fe de erratas)

Al parecer, mi versión novelada de la inspirada investigación al estilo de CSI del Billete no es del todo correcta. He recibido las correcciones pertinentes por el protagonista y, aunque dejo la otra entrada, pongo la real, aunque resulte aún más increíble que la versión previa:

En el vecindario donde vive Billete, se sucedieron una serie de robos. Daba la casualidad que, los ladrones tenían cierta tendencia a los pisos altos, especialmente el octavo, por lo que mi tío dedujo que debían de aprovechar las azoteas para acceder a las viviendas y también para su huida. En vista de los lentos avances de los detectives, que parecían no haberse percatado de algo tan evidente, Billete decidió que tendría que encargarse, personalmente, del tema. Estaba claro, delegar en la benemérita no servía de nada, seguramente andaban retrasados entre tanta burocracia. Él solo, por su cuenta, avanzaría mucho más deprisa. Le dijo a su mujer que tenía una idea infalible para atrapar a los ladrones y, sin encomendarse a Dios ni al diablo, se subió a la terraza de la Comunidad para ponerla en práctica. Allí se entretuvo durante un buen rato mientras ultimaba su secreto y, según su definición, magnífico plan.

Hasta ahí la versión de los hechos no difiere de la anterior, pero el desenlace de la intriga es diferente:

Unas horas más tarde, mis tíos empezaron a oír mucho jaleo en la escalera. Era una combinación inusual de ruido de pasos, carreras y las voces de un grupo de gente hablando al mismo tiempo. Intrigados, miraron a través de la mirilla y descubrieron en el rellano a un corro de vecinos. Entre aquel rumor era difícil deducir de qué se trataba. Pegaron la oreja y lograron distinguir algunas palabras con las que concluyeron que, el motivo de aquel follón se debía que habían descubierto alguna pista sobre los robos.
Salieron al descansillo. Su vecina, que sabia algo más del tema, les comentó que, arriba en la azotea, se encontraban la policía nacional y la científica. La noticia había corrido como la pólvora y, la comunidad en pleno, entre conjeturas y cotilleos, aguardaba los resultados del informe.
Billete, sin resistir más la curiosidad, se adelantó al resto y, ante la mirada de su vecina y de su santa esposa subió a la terraza.
- ¿Qué pasa? -les preguntó al llegar.
Le cuentan, algo atónitos al verle traspasar tranquilamente el cerco policial, que han hallado polvo blanco en todas las salidas a la terraza y las huellas de unas manos en los polletes que unen los bloques entre sí . Suponen que los ladrones los saltaron para pasar al edificio de al lado y escapar.
Billete sintió como le invadía la indignación:
-¡ Joder!- protestó, - ¡me habéis fastidiado toda la investigación que tenia en secreto!!No sólo habéis pisoteado todo, sino que también me habéis roto todas las pruebas!
Los agentes le miraron con los ojos abiertos como platos, entre desconcertados e incrédulos. El presidente, que le conoce desde hace tiempo y que se sorprende menos ante las peregrinas ideas de mi tío, le comentó que habría sido un detalle por su parte si le hubiera comunicado qué tipo de medidas pensaba tomar.
- Entonces no hubiera sido una investigacion secreta- le replicó Billete, como si se tratase de algo lógico y evidente.
Fue en ese momento cuando los detectives se llevaron las manos en la cabeza. En vista de que allí no pintaban nada, optaron por marcharse. Antes de irse, le dirigieron unas palabras a mi tío que, por desgracia, no puedo transcribir porque, según cuenta, no las entendió bien. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Caballero defensor

Una historia de época de Billete según su protagonista:
Boys Riding On A Homemade Fire EngineHarry Anderson 
"Una preciosa mañana de primavera nos fuimos de paseo para disfrutar del día.  Me puse al volante de mi flamante Simca 1200 GLS Confort. El pasaje estaba formado por mi hermana y su novio, mi madre y la Cucucá. Íbamos tranquilos, entre risas, cuando, por el retrovisor, observo cómo, un coche pequeño, un SEAT 133 de la época , le hacía pirulas a todo el mundo. No me libré, al llegar a mi lado, también me la jugó. Ni que decir tiene que me enfadé enormemente, tanto que, pese a la presencia de la familia, proferí algunos insultillos.

Por desgracia, la cosa no quedó así. Poco más adelante, el desconsiderado individuo, echó de la calzada a otro coche en el que viajaba un matrimonio mayor. Ahí sí que me sentí realmente furioso. Al ponerse el semáforo en rojo, tiré con ímpetu del freno de mano y me encaminé con paso decidido hacia el infractor, mientras le ponía (sin cortarme) de vuelta y media. Sin grandes miramientos, se bajó de su coche y se acercó a mí, con cara de bestia con pocos amigos. Estaba tan ofuscado que no valoré bien lo crítico de la tesitura y despotriqué aún con más ganas contra su absoluta falta de educación. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando aquella mole me lanzó un puñetazo! Afortunadamente lo pude esquivar. Estudié la escena y abracé a aquel animal por las piernas (donde me pillaba bien de altura), afortunadamente, conseguí tirarlo al suelo.

Una vez inmovilizado, más por la sorpresa de mi ataque que por mi poderío físico, los conductores de los coches de alrededor, que hasta el momento se habían limitado a contemplar la escena, se bajaron de sus vehículos para poder apreciar la contienda de cerca. Tuve muchos seguidores, la mayoría de la gente me animaba para que le diera a aquel bruto su más que merecido castigo. Afortunadamente no estaba solo.  Mi hermana colaboró casi arrancándole la cabellera,  seguramente para obtener un trofeo de la lucha. Por supuesto, mi madre no iba a abandonar a sus dos hijos en esa comprometida situación y, sin muchos miramientos, se quitó el zueco y le arreó a aquel animal con él en la cabeza mientras yo la observaba desde mi precaria situación en el suelo. Ni que decir tiene que su intervención fue ámpliamente vitoreada por el público.

Las cosas se ponían duras. Aquella bestia no era fácil de controlar y la conmoción infligida por mi madre no había bastado más que para atontarlo (aún más) momentáneamente. Entre la multitud veo con ilusión como se acerca un policia de tráfico a la carrera. Aliviado me relajo un poco. Pienso que ya estoy a salvo. ¡Craso error! La fiera se revuelve y, en estas, se le cae la cartera. En aquellos años no se estilaba eso de llevar la foto de la madre, esposa y churumbeles. Tampoco salieron flotando miles de billetes con los que recompensar nuestra acérrima defensa de la justicia. A cambio, lo que se desparramó por el suelo fueron decenas de calendarios de chicas sin ropa. Al policía le pareció entonces mucho más cívico el recoger los objetos de la calzada, ¡no fuesen a herir la sensibilidad de los presentes! Seguro que con esa idea en mente, se entretuvo en recoger y observar con cuidado, uno a uno, los dichosos calendarios, antes que hacer caso de mi escabrosa situación."

martes, 11 de septiembre de 2012

"Un café con amigos" (por Billete)

Una nueva anécdota del (afortunadamente) irrepetible Billete:

"Mientras disfrutábamos de un agradable fin de semana en Pelayos en casa de P y Sam, recibo una llamada por el móvil:
-¡¡ Billete!!- exclamaron al otro lado de la línea- ¡Estamos en Pelayos, Sonia y yo junto con unos amigos! ¿Dónde estáis vosotros?
- Pues precisamente estamos también aquí- le contesté. - Acercaros a casa y nos tomamos un café.
Mis amigos aceptaron encantados la invitación. Mientras les esperábamos, revisamos los armarios en busca de galletas y algo de picar. Sacamos el bizcocho de la tita Carmen y preparamos el café y las hierbas.

Llegaron a la casa e hicimos las presentaciones pertinentes. Nos sentamos y, tal como estaba previsto, nos tomamos un café mientras conversábamos sobre diversos temas de actualidad. Los nuevos me parecieron una pareja algo dispar, impresión que se reforzó según progresaba la tarde. La chica era muy guapa, rubia con unos enormes ojos azules, y también muy simpática. Por el contrario, su marido parecía autista, tremendamente soso y callado, al menos de entrada. Menos mal que descubrimos que en los temas esotéricos y de misterio era un auténtico fenómeno, y por esa línea seguimos.

En un momento de la tarde, no sé muy bien por qué extraña asociación de ideas, el tema de conversación derivó a la, vigente por entonces, Expo de Lisboa. Sobre Expos comentamos, opinamos y criticamos. Todos teníamos mucho que decir al respecto y, con mi habitual palabrería y exceso de sinceridad, solté unas de las mías
“ Pues mirad chicos, no fui a la de Sevilla, ni voy a ir (y que no se moleste nadie) a la de Lisboa que por allí no hay nada más que gitanos””
Inmediatamente veo que las caras de todos se desencajan. Un incómodo silencio inunda la habitación. Todos me miran fijamente, con los ojos clavados en mí, sin pestañear ni decir una palabra. Por fin mi amigo rompe aquel silencio con una estridente carcajada “Billete, eres un fenómeno- me comenta- ¡Vaya un don de la oportunidad! ¿No has oído que llevamos toda la tarde diciendo que  mis amigos son portugueses y que teníamos casa en Lisboa para que fuéramos cuando quisiéramos?"

Dignamente, los susodichos amigos, cogieron el abrigo, y sin un cortés ¡Adiós!, se marcharon. Eso sí, antes de salir, se dieron la vuelta y me contestaron, furiosos, que "gitanos son todos los españoles".

No fuimos a Lisboa, y nunca más supe nada de ellos. No nos han invitado, así que creo que aún me guardan rencor."

lunes, 10 de septiembre de 2012

Billete en el médico

De todos es sabido que cuando Billete va de médicos, según explica él mismo, algo se le atrofia en el cerebro. Se desconoce el extraño mecanismo que le conduce a esa situación. No sabe si es algo provocado por la ansiedad de enfrentarse al diagnóstico, o a algún extraño desajuste químico de su metabolismo cerebral. El caso es que, con cierta frecuencia, sus "desafortunados" comentarios en las consulta son motivo de hilaridad y de no pocas risas. 

He aquí su narración de los hechos:

"Algo de lo comentado en el párrafo anterior me ocurre con mi medico de familia, una persona curtida en el trato con los pacientes, profesional aunque con un gesto naturalmente adusto, al que suele ser difícil arrancarle una sonrisa. No obstante, después de tantos años cuando me ve aparecer, siempre se sonríe.

Un día acudí a su consulta aquejado de una dolencia preocupante y desconocida (al menos para mí). El doctor empezó a auscultarme, me miró por aquí, me miró por allá, me palpó, e incluso me hizo sacarle la lengua. Durante el proceso me preguntaba por mis molestias y demás síntomas, y yo le respondía, nervioso y algo confuso, mientras trataba de vocalizar algo inteligible con los palos metidos en la boca.

Al terminar con la exploración, empezó a escribir las recetas mientras me explicaba la pauta del tratamiento:
- Te tienes que tomar estas pastillas. Contienen cortisona. Vas a empezar con ellas cada 8 horas. Tras una semana, bajas la dosis y las tomas cada 12 horas. Es importante porque los corticoides no deben retirarse bruscamente, así que no los interrumpas así por las buenas. ¿De acuerdo?
Hice un gesto afirmativo con la cabeza, casi automático. La verdad es que estaba bastante aturullado, y aunque me esforzaba por memorizar todas y cada una de sus palabras, el sonido zumbaba a mi alrededor y me resultaba imposible retenerlas. El médico, ajeno a mi estado de bloqueo mental, prosiguió confiado
- Bien. Está claro entonces: una semana y bajar antes de suspender. Continúas así tres días y vuelves a disminuir la dosis: pasas a tomarlas sólo por la mañana otros tantos días. Para terminar, sigues con ellas a días alternos, también antes del desayuno. No se te olvide hacerlo así o puedes llevarte un buen susto, recuerda que contienen corticoides .

Yo estaba abrumado de lo largo y complicado que era aquel tratamiento. Parecía importante seguirlo al pie de la letra y, con los nervios, casi no me había enterado de nada. Angustiado, le comenté mientras me rellenaba las recetas.
- ¡Doctor! ¿No serán muchos CORTYCOLES?
El serio doctor dejó de escribir para soltar una tremenda carcajada, imposible de describir. Mientras él se sacudía, incapaz de hablar, víctima de una risa incontrolable, este menda, muerto de vergüenza, se intentaba justificar:
- Bueno doctor, como trabajo en el Corte Inglés, debe de ser deformación profesional.
Me dio igual, pese al excelente argumento esgrimido, siguió riéndose hasta que se le saltaron las lágrimas (y en ese lamentable estado le dejamos cuando nos despedimos)."

domingo, 9 de septiembre de 2012

Paseo nocturno por el parque

Una nueva narración de Billete para dar comienzo a la semana dedicada a sus anécdotas:
"Era un sábado por la noche. La Cucucá se había acostado pronto, pero yo no tenía sueño y me había quedado viendo una película. Serían las 2:30 de la madrugada. Kika también estaba despierta, y entre lección y lección, chateaba con sus amigas más trasnochadoras desde su habitación. Todo estaba tranquilo cuando, de repente, escuchamos unas violentas voces que provenían del parque de abajo. Intrigados, prestamos atención y, disimuladamente, Kika y yo nos asomamos a la ventana.

Descubrimos que eran dos los individuos que mantenían esa acalorada conversación. Debido a su estado de embriaguez, su vocalización dejaba mucho que desear y no se les entendía casi nada. Kika y yo aguzábamos la vista y el oído desde nuestro disimulado escondite, detrás de las plantas del salón. Sin parpadear siquiera, seguíamos atentamente, con un interés no exento de curiosidad, el discurrir de los acontecimientos.

Entre los retazos de conversación que captamos, pudimos descifrar como uno acusaba al otro de haberlo dejado todo por estar con él. Afirmaba que se había gastado hasta el último céntimo y que no le quedaba ni tan siquiera un euro para poder comer algo e irse a dormir. Vimos al otro individuo meterse las manos en los bolsillos y sacar de ellos un fajo de billetes antes de responder: "Si lo que quieres es dinero, tómalo". Le agarró la mano y plantó el taco en ella. El primero, muy ofendido, lo tiró al suelo con rabia.

Kika y yo nos miramos en ese momento. Nos comunicamos con un gesto, sin necesidad de mediar palabra. Ambos nos hacíamos la misma pregunta: ¿recogerán la pasta o se olvidarán de ella?  Desde nuestra privilegiada posición continuamos al acecho, tensos e impacientes. Casi saltamos de alegría, y nos falto poco para que nuestro entusiasmo nos delatase cuando, al fin, les vimos alejarse tambaleantes, sin haber resuelto aún su discusión y dejando en el suelo el suculento botín.

Como un resorte, los dos nos levantamos a la vez y, procurando no hacer ningún ruido, nos vestimos por encima del pijama. ¡No se podía dejar ahí toda esa pasta olvidada! ¡Seguro que no iba a durar ahí hasta el día siguiente! Bajamos al parque. Por el camino, entre susurros de emoción, perfilamos nuestro plan. Por supuesto, a esas horas, nada de separarse. Debíamos ir juntos. Las farolas estaban apagadas. Tardamos un poco en acostumbrarnos a la oscuridad y orientarnos en ella. Caminábamos sigilosamente, agarraditos del brazo que nos apretábamos con nerviosismo, muy despacio y con el corazón desbocado. Con un ojo mirábamos el suelo, para no perder de vista la recompensa, y con el otro vigilábamos al par aquel de individuos que todavía deambulaban por el parque. Nos encaminamos hacia el lugar del que parecía provenir la conversación . Según  nos acercamos, ¡eureka!, descubrimos el botín abandonado. Me agaché al suelo para cogerlo. Kika, con disimulo, se abrochó el calzado. Una vez el tesoro en nuestro poder, regresamos apresuradamente a nuestra casa.

Al abrir la puerta nos encontramos a la Cucucá. Alarmada, se había despertado al oírnos salir. Desde la ventana había vigilado nuestros movimientos y, extrañada, esperaba oír nuestra explicación sobre aquel paseo intempestivo.

Por supuesto, ante su tercer grado, no tuvimos más remedio que ceder y confesarlo todo. Saqué el dinero y nos dispusimos al reparto del suculento botín: ¡Tanta aventura para 4 míseros billetes de 5 euros. ¡Vaya una mierda!"