martes, 31 de enero de 2012

¡Felicidades Choce!


Hoy es el cumpleaños de "nuestro" Choce. Es mío, de mis hermanas, era el "chiquillo" de la tita Mercedes y también es reclamado por Sole. Desde que era apenas un bebé, siempre ha sabido demostrar su cariño y hacerse querer. Es dulce, trabajador, discreto e inteligente. Nunca se deja vencer por la pereza y acude dónde se le llama, e incluso sin necesidad de llamarle. Es de las personas con las que te sientes cómoda desde el principio y que, además, contribuye a que te encuentres mejor dentro de tu pellejo. Todos decimos que nos parecemos a él, así que está claro que todos le admiramos. Sin esforzarse en ello, se ha convertido en uno de los favoritos.

Es otro de mis primos que heredó con intensidad el ángel de mi abuela materna. Es poseedor de una gran imaginación, cultivada desde su más tierna infancia a base de películas de Disney. Era lo que más le gustaba, podía pasarse horas tranquilo y quieto mientras veía las imágenes. Aquello debió de estimular su fantasía y su sentido artístico, sin hacerle perder su sensatez, al tiempo que impregnó su carácter con las cualidades y valores de sus admirados héroes.

Norman Rockwell
Vivió unos años conmigo y mis hermanos mientras estudiaba la carrera. Daba gusto convivir con él. Estaba siempre allí cuando buscabas alguien con quien charlar. Nunca provocaba conflictos y jamás discutía por nada. Pese a lo que pueda parecer por mi descripción, no es en absoluto un tipo pachorra, todo lo contrario. Lo que ocurre es que interioriza los nervios y mantiene en todo momento la calma externa y las formas. Ahora ejerce de anfitrión cuando bajamos a Linares y hace gala de la característica hospitalidad familiar a la hora de acogernos en su hogar. Siempre está dispuesto a recibirnos y a acoplar sus planes a los de sus invitados.

Es "nuestro" héroe. Con su tranquilidad, sensibilidad, empatía, disposición y paciencia se ha ganado con creces ese título. 

¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES CHOCE!


¡Felicidades tita Carmen!


El año pasado la tita Carmen cumplió 80 años. Una de sus sobrinas propuso realizar una pequeña reunión, bastante íntima en su concepción inicial, para celebrarlo. Aquello se transformó en una Fiesta Sorpresa en toda regla. Corrió la voz entre la familia y, dado el poder de convocatoria de la tita, finalmente hubo que ampliar la reserva para casi 40. No es que nadie hubiese lanzado invitaciones para el evento, sino que todo el mundo dijo "pues yo también voy" y allí se presentó el que quiso. Eso mismo hice yo. Llamé a mi madre y le dije que allí estaríamos tanto el Dr. House como yo (junto con el busca, compañero habitual de fatigas en estas cosas improvisadas, pero que se portó muy bien, ni una sola vez me llamaron, así que no me puedo quejar). Ni siquiera le pregunté a mi complaciente maridito si se venía, sino que conté con él directamente. Total, ya que me había saltado el protocolo de invitación, también me salté el de consultarle, claro que contaba con la ventaja de saber, o al menos imaginar, de antemano, que le apetecería venir.

Sus sobrinas, que eran las que se habían encargado de reservar (y que en principio iban a ser sólo ellas junto con las gemelas), se pasaron los últimos días avisando al restaurante casi continuamente para aumentar progresivamente el número, tanto de comensales como de raciones, no nos fuésemos a quedar con hambre, algo impensable en esta familia. Posiblemente Carpanta tenga algún parentesco con nosotros, nunca se hizo referencia a sus apellidos, pero seguro que alguno coincide. Finalmente, el número de apuntados al evento, acabó siendo de más de 30 y, menos mal que todos muy bien avenidos, porque estuvimos lo que se dice en "amor y compaña" en la mesa. Además nos vimos obligados a cuidar los buenos modales y comimos sin separar, en ningún momento, los codos del cuerpo (esta postura era forzosa para evitar clavárselo al vecino). En mi caso lo agradecí enormemente, ya que a mi derecha tenía al Dr. House, y a la izda al tito más expansivo, tanto por tamaño como por personalidad.

Comprobé al sentarme qué tal era la salida por debajo de la mesa (amplia y cómoda), ya que a mi espalda estaba la pared, y ni siquiera Choce habría sido capaz de colarse por el espacio virtual que separaba el respaldo de la silla de esta. Tanto era así que, el tito, al moverse, desplazaba la mesa entera (enfrente tenía a mis sobrinas, que más de una vez acabó sobrinísima con el plato más cerca de la barbilla de lo que había previsto), pero con la buena voluntad reinante, bastaba un pequeño reajuste de posiciones para dejarlo todo de nuevo en orden.

Quedamos a las 21h y a partir de ahí empezó a desfilar todo el mundo. En este caso casi se agradecía la llegada escalonada. A lo largo de más de media hora no paramos de dar besos (a más de uno varias veces ya que resultaba complicado llevar la cuenta), y de preguntar fugazmente a todo el mundo por sus novedades. Como todos hablábamos a la vez de lo mismo, era difícil entender lo que te contaban, porque con varias conversaciones a volumen familiar alrededor, no había quien se enterase de ninguna. Eso sí, el ambiente era de lo más cálido (a pesar de los 3 grados de la calle), e incluso caluroso, que el Dr. House miraba con ojos golositos a los que salían a fumar, no ya sólo por el mono del tabaco, sino también por lo de tomar el fresco.

Una vez estuvimos todos y todo, tan sólo quedaba cómo conseguir engañar a la tita Mercedes de Madrid y a la tita Carmen para sacarlas de su caliente y acogedor hogar un 31 de Enero a las 10 de la noche. Para esa tarea desplegó todo su encanto la Cucucá, sin duda la más persuasiva de la familia, sólo ella es capaz de vender arena al mismísimo desierto. Ya cerca de las 22h nos asentamos lo suficiente como para que su hermana la avisase para traer a las titas (más engañadas que a un chino). Las arrastró, a medio regañadientes, hasta el lugar donde nos habíamos reunido para darle la sorpresa. De hecho, hasta que vieron el panorama, las pobres pensaban que su chófer sufría de amnesia transitoria y se estaba equivocando en el camino a casa. Cuando entraron todos gritamos: ¡Tita Carmen, tita Carmen! a pleno pulmón y, a continuación, cantamos el ¡Cumpleaños feliz! a un volumen adecuado, no ya para duros de oído (que algo de eso padece la tita), sino también para los sordos ingresados en el 12 de Octubre. ¿Quién necesita fuegos artificiales y tracas con los pulmones de esta familia? Oírnos debía de oírnos, pero la pobre no podía creerse lo que veía. Primero se quedó algo pálida pero, en cuanto se le pasó el susto inicial, disfrutó como los indios y estaba radiante, al igual que la tita Mercedes de Madrid.

Por supuesto, la comida no le llegaba ni a la suela del zapato a la que preparan ellas normalmente, pero el plan era precisamente ahorrarle el preparar los varios cientos de albóndigas, los litros de arroz con leche y las "poquitas" alcachofillas, pollo en salsa, espinacas y similares con las que se pasan 2 días sin salir de la cocina hasta bien pasada la medianoche, cuando desean agasajar a alguien. Pero aunque no fuese lo mismo, dimos buena cuenta de ella. Cuando ya no podíamos más, trajeron las 3 tartas con las velas para que las soplase, y nos tomamos también un trozo, que ¿cuándo se ha visto un final de cumpleaños sin su pastel?

¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES TITA!

lunes, 30 de enero de 2012

¡Felicidades tita Cati!

Hay dos asuntos por los que he perseguido a mi dicharachera tía durante muchos años. Una fue para que abandonase su adicción  al famoso y pernicioso Vicks nasal y, la otra, para convencerla de que me hiciese una rebeca de punto, en lo que, además de en la cocina, es una maestra. A esta segunda petición no me ponía pegas pero, sus múltiples ocupaciones y las demandas del resto de la familia, que procuraba cumplir en riguroso orden, la mantenían casi continuamente ocupada y, realmente, no le quedaba ningún hueco en el que colarme. Pese a su diferente disposición para las dos cosas, finalmente conseguí ambas casi simultáneamente. Para la primera me serví de mi vicio quirúrgico y arramblé con casi la totalidad de sus enormes y obstructivos cornetes y, la segunda fue una muestra de su agradecimiento al comprobar que su nariz le servía de nuevo para respirar, en vez de ser un mero adorno en su cara, eso sí, muy decorativo, ya que la tiene muy bonita. De paso, aprovechó la cirugía para que también le retocase algunos lunares. Aún no tengo muy claro si no fue esa la razón oculta por la que accedió a ponerse en mis manos. Fuese lo que fuere, el caso es que me salí con la mía. Tal y como defiende su hijo: "nada sustituye a la constancia".

Entró al quirófano encomendándose a todos los santos y, por si no bastase con rezar, se los enganchó a su ropa interior, sin contar con que tendría que abandonarla antes de pasar a la camilla. Si hubiese previsto ese detalle a lo mejor se habría decidido a tatuarse alguno para no verse tan desprotegida, claro que, seguramente, eso habría pospuesto, unos añitos más, la intervención. Aunque confiaba en las habilidades de la pesada de su sobrina, la compañía de los santos espíritus habrían, sin duda, contribuido a reforzar su tranquilidad. Afortunadamente, el anestesista se encargó de que durmiese como los ángeles y pudo disfrutar de toda la corte celestial mientras yo reabría el paso del aire por su nariz.

"La Anunciación" Fra Angelico
Indudablemente tanta fe resultó beneficiosa y, al día siguiente, al quitarle los tapones, se encontró en la mismísima gloria. Poco después de aquello acudió a la canonización de uno de aquellos santos por los que mostraba tanta devoción. ¡Esperemos que respire el incienso de esas ceremonias durante muchos años!

Es además la depositaria de una serie de recetas familiares que elabora con todo el cariño y esmero que la caracteriza. Por supuesto espero conseguir algunas de ellas para dejarlas en el blog. No estaría nada mal si viniesen acompañadas de una muestrecilla, simplemente a modo de cata, más que nada para  así, tener claro, cómo debe ser el punto justo de cada plato y, de paso, comprobar que no sufre ningún problema de olfato.

¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES TITA!

domingo, 29 de enero de 2012

¡Felicidades Cucucá!

Cucucá debe su nombre a mi torpe lengua de trapo a la tierna edad de los dos años. Es una clara muestra de mi predilección por el fonema "k", que también usé para mi primera palabra, "casca", con la que designaba a la luna (al parecer, ya desde entonces, era algo lunática). Mi insistencia y mis esfuerzos para pronunciar su nombre acabó por cambiárselo y rebautizó a la tita con su alias.

El adjetivo que mejor la describe desde su infancia es el de pizpireta. Con su gracia se llevaba de calle a todos los que la miraban. Mi madre cuenta que, viajar con ella en autobús, era todo un espectáculo. Se convertía en el centro de atención de todo el pasaje según hacía su aparición estelar, y eso sin haber cumplido aún su primer año.

Es la segunda hija y fiel muestra de los engaños de la naturaleza a los padres primerizos. La primera, protagonista desde su llegada sin tener que esforzarse en ello, debido tan sólo a su condición de primogénita, era tan buena que, sus padres, podían disfrutar incluso de las sesiones de cine sin que el bebé les incordiase. Se limitaba a dormir sin rechistar. Con Cucucá comprobaron que los bebés no son esos ángeles dormidos en la cuna que se adaptan a los horarios de los adultos. El primer ensayo de llevarla a una sala de cine fue también el último. En cuanto apagaron las luces, mostró su descontento a base de alaridos que provocaron las airadas protestas del resto del público. Sus progenitores la sacaron hasta que se calmó pero, al regresar a las tinieblas de la sala, la pequeña volvió a chillar como si le fuese la vida en ello. A los sufridos padres no les quedó más remedio que regresar a casa con la niña.


Es el ejemplo de cómo ser vital incluso inmovilizada. Se ha pasado largas temporadas con la espalda envuelta en escayolas en las largas recuperaciones tras las cirugías que intentaban arreglársela. Parte del éxito de las mismas corresponde a tolerar un nivel de dolor con el que cualquier otro estaría doblado pero que, en su caso, es menor que el de los postoperatorios y, por lo tanto, le permite continuar con su inagotable actividad habitual.

Dicen que los gestos se graban en los rostros con el paso del tiempo y estoy de acuerdo con esa idea. En el de Cucucá luce de manera permanente una sonrisa traviesa que, junto con el brillo chispeante de sus ojos negros, indica la efervescencia de la que ha hecho gala durante toda su vida. Es una lástima que no sea ella la encargada de escribir un blog porque, las divertidas anécdotas de su matrimonio, lo convertirían en una serie de éxito en poco tiempo. Cualquier idea disparatada en opinión del resto, era secundada, si no originada, por ella hasta que se llevaba a cabo. Está claro que nunca se pierde nada por intentarlo y, al contrario, si no se intenta, ¿quién sabe lo que podría haber sido? Mis tíos han hecho de esta máxima su filosofía de vida. Su talante conciliador unido a su gracia innata han sacado al Billete de algún apuro en más de una ocasión.

Además de por sus trastadas, que en la edad adulta se denomina, no sin cierto eufemismo, osadía, también recibía castigos por su desesperante falta de apetito, y eso pese a las habilidades culinarias demostradas de la familia. El plato podía durar horas en la mesa sin ser mirado más que por los preocupados ojos de su madre. Le tocó sufrir en sus carnes el mismo tipo de desazón cuando sus hijos siguieron su ejemplo durante su tierna infancia. Los pequeños también se erigieron en dignos herederos de la tendencia a las travesuras de ambos progenitores. Las dificultades de la Cucucá para conseguir que los chiquillos comiesen algo no pudo evitar satisfacer, en cierto modo, a su paciente madre.

Si los cónclaves familiares se celebran con frecuencia en la  cocina, donde los olores de la comida suavizan los conflictos y ayudan a estrechar lazos y alcanzar acuerdos, en el caso de mis primos, se trasladaron al baño. Allí eran convocados varias veces al día por sus progenitores para "hablar" y hacerles reflexionar sobre sus barrabasadas. Supongo que, en su caso, la estancia presentaba la ventaja añadida de poder simultanear la imprescindible limpieza de los restos de las fechorías, lo que contribuía más a la armonía familiar que los aromas de los guisos, que darían lugar a un nuevo cónclave tras la sobremesa.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS CUCUCÁ!

PS: Espero que, además de salud, disfrutéis con apetito de un delicioso pastel elaborado por la mismísima Miss Corn.

lunes, 23 de enero de 2012

Calzar a una novia

Tenemos boda en Junio y, la feliz novia sabe en lo que se mete al casarse con el más ocurrente de mis primos. El futuro marido afirma haberse corregido, aunque aún no parece haber puesto en práctica su nuevo modelo de conducta. Debe de estar esperando al matrimonio o, más bien, a tener que educar con su ejemplo a sus propios hijos, que más vale que se parezcan a su dulce madre en lo que a "idea" se refiere (físicamente pueden parecerse a ambos). Para ilustrar su falta de reforma valga esta historia, en la que nuestro modélico protagonista, llamó a otro de sus primos, un chaval tímido y retraído, al móvil mientras este estaba en el trabajo:
- Buenos días, ¿el Sr. D?
- Soy yo- respondió la inocente víctima.
- Le llamo del Corte Inglés para avisarle de que ya ha llegado su pedido de ropa interior femenina.
- ¡Yo no he hecho ningún pedido!- protestó el sorprendido Sr. D.
- Pues aquí hay una caja llena de tangas, enaguas y sujetadores y en la nota de encargo pone su nombre y este teléfono.
- ¡Qué yo no he comprado eso! ¿Para qué quiero una caja con enaguas de mujer?- argumentó el pobre chaval, totalmente ofuscado.
Entre tanto, la exaltada conversación había despertado la curiosidad de sus compañeras que compartían habitualmente con él la pequeña oficina y que escuchaban aquel intercambio de disparates, muertas de risa.
- Eso es cuestión suya, pero tendrá que venir a por ella - continuó mi primo en su papel de encargado.
- ¡Qué no es mía!- insistió, desesperado, "el cliente".
Mi primo no pudo más y se le escapó la risa. El Sr. D, blanco de múltiples bromas similares a lo largo de su existencia,  le reconoció y explotó: -¡Titón, eres un cabrón!

Este fin de semana la parejita ha estado por aquí. Ella quería aprovechar para buscar unos zapatos para su vestido: ¡zapaterías, prima, compras y, por si no bastase todo lo anterior: rebajas! Por supuesto me ofrecí encantada a hacerle de cicerone, sin saber que para las novias existe un universo paralelo y diferente en lo que a su trousseau se refiere. ¡Inconvenientes de no haber celebrado una ceremonia tradicional cuando me llegó el turno!


La recogí a buena hora en Tres Cantos, donde estaba con su futura cuñada y nos fuimos a Alonso Martínez, dispuestas a recorrer todas las tiendas de ahí a Chueca. A partir de la una del mediodía tenía que cubrir un tramo de la guardia por lo que me llevé el coche y lo dejé en el parking de la Plaza Villa de París (foto). Así aproveché para enseñársela (ya que me parece uno de los rincones con más encanto de Madrid). Esta plaza, originalmente, formaba parte del extenso huerto del Monasterio de las Salesas, fundado por Dª Bárbara de Braganza (inmortalizada en una estatua de Benlliure en uno de sus jardines). 

Era temprano y algunas de las tiendas aún no habían abierto. Ella no había desayunado, así que nos plantamos en Mama Framboise (C/ Fernando VI, 23) para disfrutar de la comida más importante del día. Lo difícil allí es escoger y resistirse a la tentación de probar un poco de todo (os he puesto el enlace para que os forméis vuestra propia opinión). La novia se decidió por un Tiramisú y, pese a haber desayunado al levantarme, hice como los hobbits y me tomé una tartaleta de crumble de manzana de "segundo desayuno". 

Ya repuestas las fuerzas, que falta nos hicieron, nos dedicamos a recorrer, infructuosamente, una tras otra todas las zapaterías que hallamos a nuestro paso. Los zapatos de novia no forman parte de los muestrarios de Augusto Figueroa ni, al parecer, ese tipo de calzado se encuentra entre el genero habitual de cualquier tienda no especializada en el tema de las bodas. Tras casi dos horas de entrar, mirar y salir (lo que requiere una gran fuerza de voluntad cuando el objeto a abandonar son zapatos), nos desplazamos al barrio de Salamanca. Fuimos a Tiffany, una zapatería en Lagasca que se ocupa de vestir los pies de fiesta. No tenían nada que se adaptase al estilo y el color del vestido, además de a los gustos de la novia. Hicimos una batida rápida por M, Seraphita, Lurueña e, incluso If, antes de darnos por vencidas y de que llegase la hora de recoger a House para ir a casa de mi madre a celebrar el santo de sobrinísima. 

Después de ponernos las botas en la comida, con tarta de queso que mi angelical prima me había preparado para mí (¡GRACIAS DE NUEVO!), y con el apoyo de mi otra prima de Tres Cantos, nos lanzamos de nuevo a la aventura.

Regresamos al barrio de Salamanca, ya que lo habíamos abandonado a medias esa mañana. Recorrimos la calle Goya (sin éxito). Visitamos Hangar con sus tacones de vértigo a los que la novia no está habituada.  No sé qué manía es esa de tener que subir a la pobre contrayente encima de unos zancos que, entre los nervios, la falta de costumbre y el baile, al final de la noche va a estar más preocupada por descalzarse que por desnudarse. Eso si no se pasa la luna de miel en la planta de Trauma con los tobillos fracturados. Lo debió de diseñar alguno que quería evitar a toda costa que la mujer escapase del lecho conyugal. Por supuesto, las féminas con frecuencia no sabemos resistirnos al encanto de esas obras de arte, por poco prácticas que resulten.

 En el muestrario de Cremades no había nada en blanco. Entramos y salimos de Boch y de otras muchas tiendas de las que ni recuerdo el nombre. Agotadas, hicimos una parada en Kálamo y otra en Almatrichi, para mirar ropa y desintoxicarnos (nunca habría pensado que asociaría ese término con el de los zapatos). A última hora encontramos una pequeña tienda "El Tocador de la Novia" en la C/ Castelló 51, con un buen surtido de todo lo necesario para vestir y adornar a la princesa del día, con precios razonables. Nos encantaron  varios de sus modelos pero, por desgracia, no quedaban de la talla necesaria. Tienen tienda en Internet, así que siempre se puede optar por ese recurso.

martes, 17 de enero de 2012

El donante

La depresión puede afectar incluso a la gente más divertida y animada que una se pueda imaginar. Es así de traicionera. Eso le ocurrió a Billete que, de repente, perdió su chispa habitual y se encontró triste y hundido. Al médico no le costó demasiado identificar los síntomas y le puso un tratamiento con el que empezó a sentirse rápidamente mejor.

Billete, algo más repuesto y recuperado su interés por el mundo, se dedicó a leer curiosidades con las que calmar su inquietud. Así dio con un artículo, muy interesante, sobre los donantes de órganos. Tanto altruismo le impresionó y concluyó que él también debía convertirse en donante. Así se lo expuso a mi tía que le secundó en su idea.

Cuando fueron a la revisión con el médico, éste le preguntó a su paciente cómo se encontraba. Billete, entusiasmado con su proyecto de donación le respondió que estaba mucho más relajado y contento, tanto que había decidido hacerse "donante de orgasmos". Al pobre doctor le cambió "la color" al oírle y, mi tía, disimuladamente, le dio unos golpecitos a su marido en la pierna mientras le susurraba "de órganos, donante de órganos". Billete, con una sonrisa de oreja a oreja, asintió y dijo: "Sí, sí, eso he dicho. Voy a hacerme donante de orgasmos".

El médico, sin pensárselo mucho, le duplicó la dosis de tranquilizantes al gran altruista.

lunes, 16 de enero de 2012

Atrapa un ladrón

Una de las anécdotas de Billete se refiere a cuando decidió imitar a Sherlock Holmes. La cosa, al parecer, fue como sigue:
Tras sucederse una serie de robos en poco tiempo en el vecindario, a mi tío, no se le ocurrió nada mejor que tomar, personalmente, cartas en el asunto. Ni corto ni perezoso le dijo a su mujer que tenía una idea que no podía fallar para atrapar a los ladrones y, sin añadir más datos, se subió a la terraza de la Comunidad para ponerla en práctica. Allí se entretuvo un buen rato mientras ultimaba su infalible y, en su opinión, magnífico plan.

Un par de días más tarde, mi tía, al regresar de la compra se encontró con un cordón policial en el edificio y, tras identificarse para acceder a su domicilio, coincidió con otra vecina en el portal.
-¿Qué ocurre?- le preguntó preocupada.
- El del tercero ha descubierto una sustancia blanca en la terraza que parece cocaína. Ha avisado a la policía que cree que se les pudo caer a los ladrones cuando escaparon. Están investigando en busca de huellas mientras la analizan- le explicó la mujer.

Mi tía palideció al recordar el episodio protagonizado por su marido unos días antes. Subió y, al llegar, comprobó las alacenas de la cocina. Tal y como suponía, faltaba el paquete de harina que, al parecer, Billete, en su momento de inspiración, se había encargado de repartir a conciencia por toda la terraza. Las huellas en la escalera del incauto vecino, víctima del complot, atestiguaban el crimen. Los concienzudos policías, armados de plásticos y bolsas de muestra, en imitación a los miembros de CSI, se esforzaban en buscar trazas de sustancias, diferentes al almidón y al gluten, en aquel sospechoso polvillo blanco. Por supuesto, pese a un análisis minucioso para detectar cualquier tipo de estupefaciente, no obtuvieron ningún éxito en sus pesquisas.

Cuando se marcharon los investigadores, sin esclarecer aquel misterio, mi tía respiró de nuevo tranquila. Pasó cuidadosamente el aspirador por toda la casa para deshacerse de cualquier rastro de aquel "alijo", no fuesen a regresar y descubriesen el origen del pastel (o al menos de la harina). Por descontado, se guardó de hacerle ningún comentario al respecto al resto de los miembros de la comunidad.

sábado, 14 de enero de 2012

The Saturday Post: EL TITO LOCO

Si alguien es capaz de llevar a cabo cualquier idea disparatada que se le cruce por la cabeza, y además encontrarle la lógica a esta, ese es Billete, como le llama su hija. No sólo hizo pasar, transitoriamente, a su hija por su hijo para realizar sus deseos, ya os contaré la historia, sino que cualquier anécdota que empiece por ¿sabéis la última del Billete? es garantía de carcajadas.

La mayoría de los pacientes que pasan por el hospital se limitan a recibir un tratamiento médico. La experiencia de mi tío incluye mucho más. Tuvo que ser operado. Por supuesto, la familia en pleno se presentó allí para infundirle ánimos al convaleciente. Eso supone unas 20 personas en la habitación y otras tantas entre el pasillo y la sala de espera. Hasta los gitanos desaparecen superados por el número.

Después de pasar la tarde entretenido con unos y otros, y transcurrida la hora de visitas, una osada enfermera se armó de valor y se animó a echarles (no son violentos pero la cantidad impone). El pobre enfermo se quedó, al fin, solo. Decidió que ¿qué mejor que aprovechar esa inusitada paz para salir a fumarse un cigarrito? Encontró una puerta en la que se leía "Salida de Emergencia" con una nota en la que se rogaba no fuese empleada en otro tipo de usos. Por supuesto que a esa clase de solicitudes nadie les hace caso y él no iba a ser menos. ¡Si aún iba a estar más tranquilo! Si podía evitarlo ¿para qué iba él a recorrerse todo el pasillo con el suero y la sonda urinaria? Con una salida tan a mano ¿cómo no aprovecharla?

Sin pensárselo dos veces, abrió y salió. Escuchó cómo la puerta se cerraba detrás de él con un click de bloqueo. No se inmutó, ya encontraría la entrada. Cervantes dijo que "cuando una puerta se cierra, otra se abre" y ¡sería por puertas en el hospital! Pero los hados no le fueron favorables y, una vez entregado al vicio del tabaco, se puso a lloviznar. El agradable sirimiri se convirtió en una auténtica ducha en cuestión de segundos. Aquel contratiempo le alteró. Decidió llamar a los cristales de la salida bloqueada para pedirle a un alma caritativa, de esas que peregrinan perdidas por las galerías, que le abriese y poder así refugiarse del aguacero. Su gozo en un pozo: a esas horas los pasillos estaban desiertos. En vez de aplicar la solución de Cervantes, se fue al refranero, en concreto al dicho popular de: "cuando se cierra una puerta, se abre una ventana". Su mala fortuna quiso que las ventanas en cuestión perteneciesen a la hospitalización de Psiquiatría. Todos los locos respondieron a su saludo con grandes aspavientos y, además de aprovechar para pedirle con gestos un cigarro a través de los cristales cerrados, le señalaban entusiasmados al tiempo que exclamaban: "¡Mira ese! ¡Se ha escapado!". Ni que decir tiene que aquel comentario puso en alerta máxima a la planta: ¡UNA FUGA! Sonaron las alarmas y salieron a buscarle dos celadores armados con una camisa de fuerza y acompañados por dos guardias de seguridad. Encontraron a mi tío en pijama, mojado, sondado, con una vía y su correspondiente palo de suero, y un cigarro culpable en la mano. Ante el panorama se puso a agitar los brazos como un poseso y a gritar mientras se señalaba el lugar de la cirugía: ¡qué no estoy loco! ¡qué sólo me han operado de la próstata!

Creo que dejó de fumar. Desde entonces no ha vuelto a pedirme favores médicos, ni tan siquiera me llama cuando va a la revisión (dice que para no molestarme, así que aclaro que no me supone ningún tipo de molestia, todo lo contrario. Una cara familiar en medio de la consulta se agradece, aunque no pueda entretenerme demasiado).Sé que pretendía que no me enterase de su desventura. Menos mal que en nuestra familia la palabra "secreto" es un término efímero.

¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES!


jueves, 12 de enero de 2012

¡Felicidades Capitán!


Mi primo "el capitán" reúne todas las cualidades de un oficial y un caballero y, lo que es mejor, no es un personaje de ficción. Es una gran persona, buena, inteligente, sensata, trabajadora, pacífica, paciente y tranquila. Además es buen conversador y sabe escuchar. Si todos los miembros de las Fuerzas Armadas fuesen como él, está claro que los conflictos tendrían más soluciones diplomáticas que estratégicas. Es una lástima que no sea así y que, incluso entre los "hombres de honor", a la hora de asignar puestos pasen por encima de él los recomendados por enchufe, que no tienen ni su valía ni sus puntos. Nuestro Capitán no se rinde y estudia para conseguir progresar y ganar nuevos méritos.

Hace unos meses tuvo que realizar una misión de paz en el Líbano. Antes de su marcha organizamos una pequeña "primada" sorpresa en Linares. El plan gozó de una gran acogida y nos apuntamos casi 50 personas. Se hizo necesario reservar en los Orzaez, un salón de celebraciones, amplio y con buena cocina.

Su querida esposa se encargó de mantenerle entretenido toda la mañana. Se trataba de evitar por todos los medios que se encontrase, accidentalmente, con los que habíamos bajado de Madrid, para no despertar sus sospechas. Mi prima se esforzó a conciencia y consiguió no concederle ni un sólo momento de respiro, ni de libertad. Al pobre inocente le resultó imposible hacer nada por su cuenta.  La verdad sea dicha, incluso acabó algo rebotadillo con el apretado programa. Para más inri, la excusa de la reunión en los Orzaez era un vino que daba el abuelo de su mujer, lo que no le resultaba un compromiso demasiado apetecible. Acudió casi a rastras, para cumplir con el trámite y dar carpetazo a la ajetreada mañana.

Cuando llegaron, ya estábamos todos allí. Aunque habíamos quedado a las dos y media, la mayoría se presentó a las 3 menos dos minutos porque, tal y cómo ocurrió, contaban con que hasta las tres (pasadas) no aparecería el homenajeado. Aún no me explico cómo no se encontraron con los más rezagados en la misma puerta. Pese a gritar ¡SORPRESA! a pleno pulmón a su entrada, el Capitán nos miró incrédulo sin terminar de procesar qué demonios hacíamos todos allí. Creo que ni nos oyó, y tardó unos instantes en asumir la situación. A partir de allí, vino la avalancha de besos y abrazos, aunque no nos entretuvimos demasiado que nuestros estómagos también empezaban a opinar. Nos pusimos tibios, para no perder las buenas costumbres, con un millón de aperitivos y, cuando ya no podíamos más, hicimos hueco para el plato principal y, por supuesto, el imperdonable y variado postre. Una vez saciados se sucedieron los regalos, discursos (no sólo del homenajeado, que alguno más decidió aprovechar la oportunidad para soltar su pequeña, y no tan pequeña, charla), brindis, café, tertulia.

Después de aquello nos fuimos a un pub a tomar unas copas para continuar con la sobremesa hasta pasadas las 8 de la tarde. Estuvimos relativamente "solos", en esa soledad que pueden tener 30 personas de la misma familia (ya que no todos se apuntaron a la continuación).

Aquella estancia en el Líbano es, en cierto modo, responsable de la existencia de este blog. A su vuelta, el capitán me pidió que siguiese escribiéndole porque mis divagaciones le entretenían. No toda la culpa es suya sino que, debido el aumento de mi lista de corresponsales habituales y, dado que  ninguno parecía dispuesto a prescindir de mis crónicas, finalmente pasé a hacer posts en lugar de emails.

Esperemos que no tenga que volver a alejarse tanto que le echamos mucho de menos en esos cuatro meses.

¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES CAPITÁN!