miércoles, 30 de noviembre de 2011

Arroz con carabineros de la tita Mercedes

El día del cumpleaños de la tita, aproveché mi visita sorpresa para sonsacarle algunas recetillas con las que rellenar, aún más, el blog. Ya sabía la de las albóndigas así que tenía que ir a por las croquetas (que aún no he conseguido) o alguno de los famosos arroces. Algún postre canenero podía ser interesante, y se animaron con los rosquillos además de su famoso arroz con carabineros. Se supone que las cantidades son como para 6 personas (en previsión de que estas tengan buen saque y vengan acompañadas).

ARROZ CON CARABINEROS
INGREDIENTES
Medio kg mejillones
Un cuarto de chirlas
Un cuarto de gambas
Medio kg de anillas de calamar (congelar y descongelar para que se ablanden)
1 carabinero por persona.
Dejar los moluscos dos horas en agua con sal para que suelten la arena.
Cocer al vapor los mejillones, y sacarlos de su concha, y las chirlas.
Darles un hervor a las gambas y apartarlas.
Colar el agua de cocer el marisco y tirar el final para evitar que se cuele algo de arena, y ponerle todos los mariscos ya limpios.

REFRITO
Pochar 2 pimientos verdes a trozos y1 cebolla picada. Añadir unas alcachofas y guisantes a gusto del cocinero y los comensales. Darles una vuelta a los calamares.
Poner un tomate picado y 2 hojas de laurel.
Machacar: ajo, perejil, azafrán y pimienta y aclarar el mortero con un chorro de vino blando.
Cocerlo todo junto.

Medir 1 VASO DE ARROZ por cada 3 personas (1 puñado por persona más uno extra por cada 3 ó 4). Por cada medida de arroz poner 2 y media de caldo caliente.
Aproximadamente a los 8-10 minutos de cocción, añadir los carabineros.
El arroz tarda unos 18 minutos en cocerse como media (oscila de 15 a 20 min en función del tipo)
En el último minuto poner un poco de pimiento morrón.
Dejar reposar unos 5 minutos tapado con un paño, con el fuego apagado.

domingo, 27 de noviembre de 2011

RECETAS de Miss Corn

El viernes Miss Corn nos demostró con su aportación a los postres en la comida familiar en Fuenllana que ha heredado la mano mágica en la cocina de su abuela y su tía, y eso que, cómo quien dice, acaba de empezar su carrera entre los fogones. Tras degustar el resultado, esta no puede ser más prometedora. Me ha enviado las recetas de su contribución de aquel día que, por supuesto, os copio casi textualmente, a la espera de más.

RECETA TRUFAS  (Muy facilita)

Ingredientes:
600g de chocolate en trozos.
500g de nata líquida.
1cucharada café.

Cómo se hace:
Poner cazo con nata liquida y cuando hierva, retirar del fuego. Una vez fuera, echar una cucharada de café y cuando se disuelva, con el mismo calor y removiendo sin parar, añadimos el chocolate poco a poco, removiendo mucho. Vamos jugando con el fuego para que se funda.

Una vez que se disuelva todo, retiramos y lo ponemos en un bol para enfriar. Cubrirlo con papel film para que no le entre aire.

La crema estará lista cuando su centro este firme, aunque no demasiado duro. Después se puede darle forma con cucharas o moldes.



Receta de las TULIPAS

Ingredientes:
100g de azúcar.
100g de harina floja
100g de claras (1 ó 2 huevos)
100g mantequilla, sin quemar, sólo derretir.

Elaboración:
Se mezcla todo hasta que se haga homogéneo. Primero mezclas las claras con el azúcar, varillando todo el rato, despues la mantequilla derretida y, por último, la harina muy poco a poco porque si no se hace pegote. Hay que varillarlo mucho y, al final, sale la crema. También se puede hacer de cacao, si a esa misma masa se le echan unas dos cucharadas de cacao en polvo, se tinta y está de muerte.

Se saca la bandeja de horno, se pone por encima una lámina de  "SILPAT", es una tela revestida de silicona, de venta en tiendas de material de hostelería. En lo referente a cantidad de masa hay que poner poquita, porque en el horno se hincha. Además  las gordas no quedan igual, tienen que ser finitas. Se precalienta el horno a 180 grados. Hay que vigilarlo, sin abrir, sólo asomándose, hasta que se dore. Se saca y se coge rápidamente la lámina de silicona, ¡a los 5 segundos se enfría y se queda dura y no se podrá modelar!

Para darle forma, no viene mal un poco de imaginación. El otro día para hacerlas en casa utilicé un vaso chupito y con el culo hice las tulipas a modo tarrina. Se usa un paño y una espatula para despegarlo de la bandeja y, rápido rápido rápido, le damos la forma que queramos con el molde que tengamos a mano o que nos inventemos.

Miss Corn las hace de una en una, porque está sola y si no ¡no le da tiempo! De otro modo, si pretende moldearlas, el tema se le complica. Claro que no creo que le resulte difícil encontrar a alguien dispuesto a sacrificarse y comerse las "imperfectas".



sábado, 26 de noviembre de 2011

Saturday Evening Post: Comida en la Escuela de Cocina

Para empezar bien el fin de semana, decidimos organizar una pequeña reunión para irnos ayer a comer a la Escuela de Cocina de Fuenllana, donde estudia nuestra Miss Corn.  El homenaje era más que merecido después de la semanita de duro trabajo que llevaba arrastrando desde el largo y complicado quirófano del martes. Un poco de relax gourmet siempre viene bien para recuperarse. Al terminar la consulta esperé a mi señor padre que tenía que dar un curso y le pillaba bien acercarse para que así fuésemos juntos en mi coche al lugar de la comida. En el corto viaje de la universidad al hospital, según sus propias palabras, "flipó" con el transporte público de Madrid. Puede parecer increíble que semejante comentario venga de alguien que decidió que la vida en España era intolerable y que era mucho mejor hacerse americano. Claro que hay que tener en cuenta que en los USA lo del transporte público se limita a cuatro ciudades y que, además, no es recomendable hacer uso de él en determinados barrios. Menos mal que el de aquí es bueno, porque lo que es el tráfico diario deja mucho que desear.

Por supuesto llegamos los primeros, aunque en esta ocasión no se debió a que el resto de la familia se demorase. Contra todo pronóstico consiguieron encontrar el sitio a tiempo y sin problemas, pese a que me había equivocado al indicarles el número de salida de la carretera. Creo que voy a tener que cambiar mi opinión sobre el sentido de la orientación de mi madre. Hasta el momento la lectura de los mapas no había sido nunca su fuerte pero ayer me demostró sus enormes progresos en ese aspecto. Al único al que se le complicó el asunto fue al Dr. House, que se encontró el jueves con un cambio de planes en la programación del viernes lo que finalmente desembocó en que, por desgracia, fuese incapaz de asistir. Toda una pena porque le habría encantado.

El menú fue estupendo, así como el servicio, la atención y el sitio.  La sala no era para nada ruidosa, vicio que no se cuida habitualmente como es debido y del que pecan con frecuencia muchos lugares. También la separación entre las mesas era más que adecuada y, tanto la luz como la decoración, resultaban cálidas y agradables. Las alumnas-camareras sonreían continuamente, sin agobiar, aunque siempre pendientes de los detalles. Estaban de exámenes y espero que las calificasen con un merecido sobresaliente. En el centro de las amplias mesas había una bandeja con unas tostaditas muy finas y una mini-aceitera rodeada por unos pequeños cuencos de flor de sal de diferentes variedades.

De aperitivo nos ofrecieron unos cocktails a escoger entre: daiquiri de fresa, gin-tonic de naranja y margarita con lima. No soy muy aficionada a estas bebidas pero ya que estábamos en una escuela y para colmo en exámenes, supuse que debía "sacrificarme" para que las chiquillas pudiesen poner en práctica sus habilidades con la clientela. Me prepararon un daiquiri con poco alcohol (que había que conducir) con mucho sabor a fresa y que resultaba fresco, dulce y delicioso. Mis padres se decantaron ambos por las margaritas y mi hermano disfrutó del estupendo gintonic.
Junto con los cocktails nos trajeron unos largos tirabuzones de hojaldre dorado con parmesano y olivas negras, ligeros y sabrosos. El pan de nueces, mi favorito, de corteza muy crujiente, también era estupendo.
El primer plato del menú consistió en una crema de espárragos blancos con tropezones de tallos,  pequeños tacos de jamón y tradicionales picatostes recién hechos. Estaba buenísima y muy suave.
Como plato principal nos ofrecieron unos callos con lubina a la plancha. Mi hermanita y yo preguntamos si nos podían traer la lubina sin callos. Nuestra petición se vio recompensada por su sustitución por unos chipirones rellenos en su tinta que se deshacían en la boca. Los que tomaron los callos comentaron que estos estaban mantecosos y muy bien hechos.
Nuestros sufridos estómagos se encontraban ya bastante llenos y aún nos quedaban los postres. Este fue un plato de  degustación, con muestras de buen tamaño, formado por: un flan, con el dulzor y la textura ideales coronado por una peineta de caramelo, un cono (delicioso, me recordaba a las tejas buenas, para más inri luego descubrimos que había sido elaborado por Miss Corn) relleno de helado de yogur, no podían haber acertado mejor con mis preferencias, y un ramequin de crema catalana sedosa, tan buena que me recordó a las natillas de los Sentidos (y de la que le he pedido a Miss Corn la receta).

Con las infusiones digestivas (de frutas rojas, demasiado dulce para mi gusto) nos trajeron unos bocaditos rellenos de nata, crema pastelera y chocolate, negrísimo y buenísimo.  Nos guardaron en un recipiente los que nos sobraron. También nos llevamos una bandeja hecha de la misma galleta que los conos del helado con la que la mismísima Miss Corn nos salió a saludar. Para agradecernos la visita había inscrito las palabras en la masa.
La sorpresa final fue la cuenta, sin duda más que apta para todos los bolsillos. Semejante despliegue costó tan sólo 10 euros por persona. Creo que vamos a tener que convertir las visitas a Miss Corn en un rutina semanal.

jueves, 24 de noviembre de 2011

"MOROCOCO"

En realidad el nombre de este plato es "morrococo" pero nadie en nuestra familia lo ha llamado nunca así. Es una versión canenera del hummus y está tan bueno como este. Es fácil y se puede versionar al gusto y en función de los ingredientes que se disponga. Mi tía Mercedes de Madrid le pone cominos y mi tía Carmen un poco de pollo. Mi abuela no le ponía nada más que los garbanzos, la cebolla y el huevo. Mi madre tampoco le añade nada más. En el restaurante Envero en Linares lo tomamos como relleno de unos calamares y, en ese caso, la especia favorecida era el pimentón (que a mí no me va mucho, por no decir nada). Sé que lo que voy a decir es anatema: el cocido no me gusta, sin embargo este plato me chifla.

MOROCOCO DE MI ABUELA

INGREDIENTES
Garbanzos (generalmente del cocido)
Caldo o agua (medio vaso aproximadamente)
Cebolla picada en abundancia
Perejil
Aceite de oliva
Sal
Huevos.
Ingredientes opcionales: Comino o azafrán (uno u otro), almendra molida, pollo (del cocido)

ELABORACIÓN
Pochar la cebolla hasta que esté transparente. Añadir el perejil (cominos o azafrán y almendra si se quiere)
Machacar los garbanzos (si se quiere con pollo se trituran junto con este) y echarlos en la sartén con la cebolla. Añadir un poco de agua o caldo.
Batir un par de huevos y cuajarlos con el resto para que quede ligado y cremoso.
Servir recién hecho.

sábado, 19 de noviembre de 2011

¡Feliz cumpleaños Posti!

Ser de los pequeños de los primos tiene varias desventajas. La fundamental en nuestra familia es el hecho de perderse un montón de aventuras que luego son recordadas en las reuniones familiares, y ahora también en este blog, y que hace que a uno se le pongan los dientes largos y desee haber nacido antes para haber participado en ellas. El segundo inconveniente deriva de ser un bebé cien por cien achuchable y con pocas posibilidades de rebelarse. Eso le ocurrió a Posti, que hoy cumple 23 añitos. Cuando llegó ya había una caterva de primos mayores que le abrazaban y le besuqueaban sin parar. Era tan tierno que hasta yo, que nunca he pecado de efusividad, le hacía arrumacos al bebé. Si hay una dosis tope de mimos que uno puede recibir a lo largo de su vida con Posti se superó en su primer año. Ni que decir tiene que ahora hay que cazarle a lazo para darle un abrazo, y si no que se lo cuenten a su hermano que ha aprovechado el que hoy sea su cumpleaños para darle ni más ni menos que ¡tres! (está claro que los demás no van a conseguir acercarse a menos de un metro del homenajeado y, con este exceso, la dosis está cubierta hasta Año Nuevo, que es otro de los eventos en los que está permitido besarle). Para colmo mi hermanísima es su madrina y entre sus cualidades brilla con luz propia la de su cariñoso y dedicado instinto maternal. Está claro que con ese acúmulo de circunstancias, el pobre chiquillo estaba perdido desde el instante en el que asomó su cabecita al mundo.

También se caracterizó por su lengua de trapo. Hablaba un idioma original que sólo comprendían él y su madre. Mi tía se sacó un máster al respecto y ahora es capaz de entender a cualquier infante, y traducírselo a sus padres. El bolsillo era el Postilo y la mochila la Postila, y esa era la parte que todos llegábamos a interpretar y por lo que se ganó el apodo de Posti. Eso sí, aunque no supiese hablar con cuatro años no había quien le venciese al Tetris, salvo su hermano de 7 y no siempre. A partir de ahí se dedicó a los ordenadores y la informática se convirtió en su refugio frente a los ataques de cariño familiar. Era imbatible en los juegos de consola en los que había que huir de monstruos y perseguidores, ¿cómo iba a ser de otro modo? si los tenía en su propia casa.
Ya sabes que me cobraré un abrazo por este post. ¡Muchísimas Felicidades Posti!

Saturday Evening Letter: Carta de hermanísima a su ahijado

Mi hermanísima quería encargarse de escribirle una entrada a su ahijado para felicitarle por su cumpleaños. Se hacía tarde y me he "adelantado" con la mía. Siempre he dicho que hay sitio para todos, así que aquí va la suya antes de que termine el día. 


Carta a mi ahijado:

Todavía me acuerdo de lo contenta que me puse cuando la tita  me dijo que iba a tener otro niño. Yo había disfrutado como una enana con los tres primeros y la había ayudado mucho con ellos: los distraía, les contaba cuentos, jugaba con ellos horas y horas y dormía con el que más miedo tuviera. La verdad es que sabía que este cuarto niño iba a ser especial porque estaba segura de que mi tía iba a compensarme por tantas horas de cariño incondicional hacia sus hijos y me iba a nombrar madrina del cuarto. A mis 16 años, creo que fue lo más interesante que me había pasado en la vida (después de mi primer beso; claro).

Yo me las prometía muy felices pensando que iba a ser una niña a la que llenaríamos de lacitos y besos. A los pocos meses supimos que la esperada niña sería otro niño y que tendríamos que cambiar los zapatitos rositas por los de baloncesto. Mi tía intentó compensarme un poco y me preguntó que qué nombre me gustaría para el futuro baloncestista, a mi siempre me había gustado el nombre de Javier (el chico de mi primer beso, el mejor amigo de mi hermano, el hermano de mi mejor amiga...) la verdad es que no las tenía todas conmigo pero sí, así se llamó y aunque ahora todos le llamemos Posti, su verdadero nombre es JAVIER.

Creo que los primeros años fuí mejor madrina que cuando el niño creció.

Recuerdo un montón de cosas, recuerdo que el primer regalo que le hice fue un peluche enorme que soltaba pelo y que no le gustó mucho. También recuerdo que era un bebe gordito, comilón y bastante tranquilo, muy cariñoso y alegre, con una cabeza muy redondita y ojillos achinados. Para mí no había ninguno más guapo que él en todo el mundo.

Su padrino y yo nos juntábamos para darle al peque caprichos y mimos. El día del bautizo no nos llegaba la camisa al cuello. Los años fueron pasando y con ellos innumerables celebraciones en la granja con tarta de la tita Chani incluida y gominolas a tuti plen. Hasta que mis hijas nacieron intenté ir todos los años, ahora la cosa va siendo cada vez más complicada porque cuando no tenemos teatro, tenemos examen o catequesis o quedada con las amigas o cualquier otra cosa. La verdad es que es una pena haber perdido la tradición pero así son las cosas (al menos de momento). Lo que nunca cambiará son mis sentimientos, mi cariño, toda la ilusión que sus padrinos sentimos, y que seguimos sintiendo, y la alegría de ver como vas cumpliendo años y nosotros lo vemos ¡Feliz cumpleaños Javi!

jueves, 17 de noviembre de 2011

ALBÓNDIGAS DE CANENA

El día que mi abuela y mi tía Mercedes de Linares se liaban a hacer albóndigas significaba que iban a echar toda la mañana en la cocina. Las albóndigas de Canena son de pequeño tamaño, para tomar de un sólo bocado. Son además muy blandas, casi se deshacen en la boca, y tremendamente jugosas. Nos encantan a toda la familia, lo que significa que, con los que somos y con el saque que nos caracteriza, hay que prepararlas por cientos.

Cuando mi madre era estudiante y vivía lejos de la granja y de sus exquisiteces culinarias, y en su lugar sufría el rancho infame de un Colegio Mayor, mi abuela le mando unas poquitas albondiguillas a su pobre y desnutrida hija. Esta, que debía de andar desfallecida, se comió nada menos que las 40 del paquete de una sola sentada.

Están tan buenas que la abuela del Dr. House cuando las probó, contaba por entonces con más de 90 años, afirmó que eran las más ricas que había tomado nunca (y a su edad había probado muchas). Durante esa época imité a mis tías y, cuando íbamos a visitarla, no faltaba un tupper lleno de pequeñas albóndigas para ella. Ni que decir tiene que el Dr. House era feliz con la frecuencia a la que se sometía a aquel menú que repartíamos con su abuela.

Ahora son mi tía Carmen y la tita Mercedes de Madrid las que se encargan de su elaboración en las celebraciones familiares. El número suele oscilar entre las 400 y las 500 albondiguillas (toman de muestra a mi madre en su época estudiantil). Por supuesto no pueden faltar las alcachofas en salsa, el pollo o el bacalao con tomate, un arrocillo de conejo o marisco, ni tampoco algún que otro aperitivo, en la misma línea, para ir haciendo boca. Es por ello por lo que, pese a nuestra devoción a tan exquisito manjar, siempre sobran unas poquillas de la exageración que preparan (la cazuela, que debe ser transportada entre dos varones fornidos, es digna de verse, debieron ir a pedirla a algún cuartel). Las sobras se reparten entre los asistentes (siempre hay que ir prevenido y llevarse un tupper para transportarlas). Aquí pongo la receta original en versión moderada.

ALBÓNDIGAS

INGREDIENTES
Miga de pan del día anterior mojada en agua y bien escurrida (el mismo volumen de pan escurrido que de carne). La receta para los filetes rusos es la misma pero con menor cantidad de pan.
300 gr de carne picada de ternera (puede ir mezclada con algo de pollo). Aunque se pueden hacer con cerdo, con ternera están mucho más ricas.
2 ó 3 huevos (en función del tamaño de estos)
1 cucharada de almendra molida (si está entera se machaca en el mortero junto con las especias)
Sal y pimienta

Machacar con el mortero y recoger con el pan para que no queden restos en este:
Un manojito de azafrán
1 ajo picado
Varias ramitas de perejil


ELABORACIÓN
Remover la mezcla con las manos hasta que se integre todo bien.
Dejar reposar como mínimo media hora para que se impregne de los sabores.
Hacer bolitas pequeñas (de tamaño de una cucharadita aproximadamente). Para que se pegue menos la masa a las manos el truco es poner una gotita de vinagre en ellas de vez en cuando.
Freir (sin enharinar) en abundante aceite caliente hasta que estén doradas.

SALSA
Rehogar unos trozos de pollo cortados pequeños.
Sofreír cebolla abundante y bien picada hasta que esté transparente. Añadir 2 tomates pelados y picaditos. Machacar de 8 a 10 almendras y rehogarlas con la mezcla anterior. Echar entonces un diente de ajo picado, perejil y azafrán y un vaso de vino blanco y un par de hojas de laurel.
Incorporar las albóndigas y el pollo, poner el caldo o en su defecto agua con 1 Avecrem y el laurel hasta que queden medio cubiertas y hervir a fuego lento hasta que estén blanditas (unos 15 a 20 minutos suelen bastar)

ACOMPAÑAMIENTO
Se acompañan de patatas fritas cortadas en cubos que se empapan con la salsita y están para chuparse los dedos.

OPCIONES: Se puede utilizar salsa que haya sobrado de algún guiso de carne y también están deliciosas en esa versión.

martes, 15 de noviembre de 2011

Caballos

Cuando tenía unos 11 años, mi tío Pepe compró un par de potros que instaló en la granja. Para ello, reconvirtió una de las naves de los antiguos gallineros, medio en ruinas, en establos. Aquellas naves soportaron estoicamente nuestros recorridos por sus tejados de uralita mientras jugábamos al escondite, a los Cinco y a los ángeles de Charlie y, sólo fallaron en una ocasión, en la que mi prima Sole terminó en el suelo de uno de ellos, vía a través del tejado y con el resultado de una pierna rota. Los ingleses lo llaman "accident prone" y, desde luego, de todos los primos era siempre a Sole a la que le tocaba la china de los percances. Ni que decir tiene que teníamos terminantemente prohibido subirnos a aquellos tejados. Pero la granja era muy grande y, precisamente, jugábamos a escondernos.

El caso es que cuando esa nave fue transformada en establo dejó de ser apta como territorio de juegos. Claro que, en sí, los propios caballos suponían bastante entretenimiento. Al principio no podían montarse, había que conformarse con mirarlos y verlos crecer. Luego hubo que domarlos y, mi tío, de albañil aficionado ascendió a domador amateur. Por supuesto, su siguiente y más que envidiado papel fue el de jinete. El problema es que, con veinte primos para hacernos la competencia a la hora de subirnos a los dos caballos, era necesario hacer méritos.

Por aquel entonces, gracias a mi natural "don de gentes", yo distaba mucho de ser la favorita de mi tío. En realidad distaba de ser la favorita de nadie. Ironías de la vida, gracias a mis habilidades médicas me he ganado ese puesto, aunque eso ocurrió tras curarle un absceso faríngeo el día anterior a la boda de su hija y, un vértigo posicional, tras el bautizo de su primer nieto. Está claro que los eventos familiares no son buenos para su salud. En Junio se casa su hijo, así que me llevaré el botiquín a la ceremonia. En mi primera intervención médica le hice tomarse un tratamiento bomba que, pese a no creer en la medicina moderna y sí en todas las tonterías sin base científica que, o bien le cuenta su madre o bien encuentra por Internet, cumplió sin rechistar. No tenía opción, estaba realmente mal. En el segundo caso no precisé recurrir a ninguna droga y supongo que eso me hizo ganar aún más puntos. Una sencilla maniobra de Epley obró el milagro. Pero eso sucedió muchos años después. En esos momentos, recién entrada la adolescencia, no había adquirido aún ese estatus privilegiado, ni tan siquiera parecía previsible que llegase a alcanzarlo. Aún así, me empeñé en aprender a montar y mi tío vio un filón en mi dedicación. Todas las mañanas de aquellas vacaciones me empleó en limpiar las cuadras de los caballos. No ordeno jamás mi habitación pero, con aquellas cuadras, me esmeraba a diario y me dedicaba a cargar carretillas de porquería, fregar el suelo y poner paja limpia sobre él. Además cortaba hierba fresca de la que les gustaba comer a los caballos y acarreaba cubos de agua tanto para la limpieza como para darles de beber.

 Si alguien supone que con aquellas tareas me gané una plaza aventajada a la hora de subirme a la silla, está muy equivocado. El resto de mis primas, sin necesidad de tocar una escoba, pasaban por delante de mí con tan sólo hacer su aparición. Todas eran mucho más lucidas que yo, independientemente de mis granos, por lo que mi tío, al que le gusta bastante presumir, prefería sacarlas a ellas de paseo. Al menos yo me quedaba en la compañía fiel de mi libro. Eso sí, al día siguiente, esta cabezota regresaba a los establos para limpiarlos de arriba a abajo en busca de una nueva oportunidad de hacer prácticas de equitación.

Una vez empecé la residencia me apunté a un centro de hípica. Tras unas cuantas guardias me replanteé el asunto: las caras y la cabezas rotas, además de otros pocos huesos, que veía en la urgencia debidas a caídas del caballo consiguieron lo que no había logrado el tener que quitar porquería de los establos. Hace años que no monto pero eso no quiere decir que no esté dispuesta a hacerlo, aunque con menos afán que el que tenía en mis comienzos de amazona.

Mi tío tiene un nuevo caballo al que espero me deje subirme en alguna ocasión ¡FELIZ CUMPLEAÑOS TITO!

La tita Mercedes de Madrid

Durante las vacaciones en la granja, había un evento en concreto que nos mantenía a todos los chiquillos expectantes. Eso hacía que nos pasásemos el día entrando a la casa para enterarnos de cuánto faltaba aún. La continua irrupción de veinte primos revolucionados, ya fuese en grupos o individualmente, para realizar la susodicha pregunta sin obtener jamás, y a pesar de nuestra insistencia, una respuesta clara (por aquel entonces no existían los móviles por lo que nadie disponía de información actualizada al respecto), quemaba en poco tiempo la limitada paciencia de nuestros mayores. El acontecimiento esperado no era la llegada de Papá Noel ni la de los Reyes Magos. Ni siquiera la hora de la merienda cuando mis tías bajaban a por tortas de manteca a La Rosario, ni tampoco la de la comida, que solía tener lugar cerca de las 4 de la tarde y nos pillaba a todos desfallecidos de hambre. Lo que aguardábamos impacientes era la llegada de la tita Mercedes de Madrid junto con mis primas, en especial las gemelas, ya que sus otras dos hijas quedaban más cerca del rango de edad de mis tíos que del nuestro. Las gemelas eran unas grandes favoritas ya que, entre otras cosas, siempre venían con nuevas ideas de juegos y jugosos cotilleos. Eran cuatro años mayores que yo, treméndamente guapas y su edad les concedía experiencia y estatus, sin contar con el don de la iniciativa del que hacían gala desde su más tierna infancia.

Mi tía tenía una papelería y se presentaba en la granja con regalos para todos, aunque nuestras ganas de verla no se debían a intereses mercenarios. Y eso que, en mi caso concreto, su visita venía acompañada de algún libro, generalmente de la colección de Puck a la que estaba enganchada. Pese a mi adicción, no devoraba la obra aquella misma tarde porque me interesaban, aún más, las historias de mis primas. Pero mi tía era deseada no ya sin regalos, incluso también sin sus hijas. Siempre estaba alegre, nunca perdía ni su buen humor ni su sonrisa. Tanto es así que, un día que vino a verme como paciente y, pese a tener muy mala cara, su vago comentario en relación a su estado se limitó, textualmente, a: "hoy tengo un poco de fatiga". El pobre digestivo al que le había pedido el favor de que la valorase, y al que no he vuelto a pedirle nada nunca más, palideció casi tanto como ella según le echó un primer vistazo para saludarla. Ni que decir tiene que ni siquiera llegó a hacerle la historia. Como una bala me bajé a la Urgencia donde robé una silla de ruedas en la que la instalé y, seguida a duras penas por una de las gemelas, la empujé con ella encima hasta dejarla instalada en el cuarto de críticos. Por culpa de sus leves síntomas y, como conclusión de aquellas carreras, terminó ingresada en la Unidad Coronaria (la gemela casi la sigue tras el esfuerzo de correr detrás de ambas).

Otra de las características de mi tía es su devoción, sin por ello imponerte sus creencias. Junto con mi abuela, la tita Mercedes de Linares y algún agregado ocasional, si en algún momento se  aburrían, pese a los veinte primos, por no tener nada qué hacer, rezaban el rosario para entretenerse. Ninguno de los niños entendíamos el placer de ese pasatiempo, pero ellas repetían las Aves Marías como otros cantan las canciones de su grupo favorito. Tanto fervor me vino bien cuando me llegó el temido momento del examen MIR. Si bien es cierto que estudié mucho los tres meses del verano, también lo es que, el resto del curso había tocado más los libros de lectura que los de texto (salvo en los periodos de agobio previos a las evaluaciones). Tanto es así que aún tengo pesadillas en las que me presento a un examen sin estudiar y que, estoy segura, se deben a mis remordimientos. El caso es que si aprobé con nota suficiente cómo para escoger la especialidad que quería, estoy convencida que se debió en cierto modo a la intercesión de los santos (y no soy creyente). Pretendían así evitar que mi tía incendiase sus iglesias a base de ofrendas de velas. El resto de la familia, agradeció el gesto, y el resultado, así que ahora me llaman para recordarme, de vez en cuando, que gracias a sus desvelos soy la única médico de la que disponen. Desde que han cambiado las velas de cera por bombillitas no creo que sea posible cambiar mi estatus. ¡Menos mal que tengo al Dr. House para compartirlo, aunque por lo general me piden que no le moleste!

El caso es que es su cumpleaños y le deseo mucha, muchísima salud y ¡Muchísimas Felicidades!

Por descontado, tanto el Dr. House como yo seguiremos estando disponibles para todas las consultas médicas que precise.

Autor invitado: La carta del tito Pepe

Mi tío Pepe me ha enviado una carta preciosa en respuesta a mi post por su cumpleaños. Es andaluz con lo que hay una serie de halagos exagerados aunque no por ello menos agradables de recibir.  Menos mal que recalca mi personalidad "particular" (rasgo en el que coinciden los que me conocen) y que sabe que mi pluma a veces muestra un filo digno de un bisturí (deformación profesional). A él le corresponde buena parte del mérito de aquella época dorada de la granja además del reconocimiento por sus duros entrenamientos en los que intentaba ponernos a todos los primos en forma. Con la lengua fuera íbamos a su zaga mientras tratábamos de emularle. Pese a nuestro relativo "vigor juvenil" nunca hemos podido ni toserle en ese sentido. 


Linares, 15 de noviembre de 2011

Querida sobrina:
La verdad es que en contadas ocasiones alguien me ha dedicado comentarios escritos y me ha encantado que sea mi sobrina la que, en un día tan señalado para mí (hoy paso a ser sexagenario), recordase acontecimientos que hace treinta años sucedieron en la granja de sus abuelos.

La granja era para los más mayores, un paraíso dentro de la jungla urbana, un castillo imaginario para los más pequeños y para tus padres y tus tíos, un refugio maravilloso donde os hemos visto disfrutar y crecer, para mi gusto, demasiado rápido.

En la granja había animales, especialmente gallinas, ahí es donde tu abuelo era un auténtico erudito, sabía más de gallinas que los mismos gallos. También había otras clases de animales, algunos de dos patas, a esos la abuela los tenía catalogados como "so seres" o "tuerce botas". Tú y yo sabemos a quienes se refería. También un afortunado día, para mí, llegaron dos potrillos.

La granja podía convertirse en una acogedora hostería con capacidad ilimitada y donde el overbooking no era posible, sobre todo porque a tu abuelo no le gustaban las palabrotas en inglés. A propósito de palabrotas ¿que me dices del catering? Comer en la granja era un verdadero placer y un consuelo para los desfallecidos estómago, sobre todo, de los tuerce botas, los papollas, papiquis y algún que otro "giliventanas".

Con los menús festivos es cuando la abuela se salía. Como las faenas de los buenos toreros, sus platos iban de menos a más, aperitivos como la caldereta de morcilla, el chorizo en chicharrilla, la sangre frita con cebolla, la tortilla de patatas que rallaba en lo sublime. Primeros platos como el arroz con conejo, el guisado de albóndigas al estilo de las bodas de Camacho, las celebres migas en feroz competición con las de tu abuelo, sumiller indiscutible con el que tuve el placer, que digo placer, el honor de compartir incontables copas de buen vino. Alguna vez que otra, no he podido evitar derramar alguna lágrima, sobre todo cuando tocaba el vino de pellejo.

¿Y los postres? Para "hacer pecar a un santo".Las crujientes flores de aceite, los etéreos pericones de Canena, las empanadillas de cabello de ángel y en ocasiones, sólo en ocasiones, las gachas de harina con picatostes y matalahúga, y el inolvidable pastelón. Y para terminar y provocar la envidia de los dioses, la aromática copita de risol, menos mal que la receta ha pasado a buenas manos. En la mesa donde se han degustado todos estos manjares yo sigo comiendo todos los días.

Yo no se a tí, pero a mí se me ha hecho la boca agua. A lo que íbamos. Efectivamente como bien dices en tu carta, en la granja había dos potrillos que se convirtieron en caballos y que se quedaron allí seguramente como premio a su bondad y nobleza. Has hecho muy bien en reprocharme que no fuese lo suficientemente espabilado para darme cuenta de que tenías una ilusión. Que fácil hubiese sido complacerte, deberías haberme insistido.

Efectivamente tienes toda la razón cuando me calificas de bastante presumido, y te has quedado corta, soy muy presumido, sobre todo cuando se trata de presumir de mis sobrinas. Presumo de la elegancia que acaricia la vista. Del toque de distinción que nunca permitiría la extravagancia. De tu personalidad tan particular. De la pulcritud a la hora de cuidar los detalles. De la discreción, justa y proporcionada al momento y a la ocasión. Presumo de la armonía de su figura y presumo del encanto que proporciona el saber vivir con gusto.

Pero si de algo presumo especialmente, es de tener en la familia una doctora de tu categoría. Tu afición tan desmesurada por la lectura cuando eras pequeña y tu capacidad para asimilar conocimiento, te hubiesen llevado a triunfar en cualquier profesión que hubieses escogido, pero tu calidad humana y el afán de estar siempre preocupada por los demás te hicieron decantarte por una de las profesiones más difíciles y seguramente la más gratificante. En mi caso me has devuelto la alegría las dos veces que te he necesitado. En realidad y aunque me digas que no, tú lo que haces es procurar la felicidad de tus pacientes. Bien es verdad que tienes que servirte de la ciencia, los medicamentos y en última instancia de la cirugía con la única finalidad de acabar con el dolor. Alguien dijo que "la felicidad es la ausencia del dolor".

Lo que más me ha agradado de tu carta es que después de treinta años recuerdes el olor a cuadra mezclada con el de la paja y la hierba recién cortada y de las horas que pasaste limpiando y acarreando estiércol.
Haciendo esas tareas es cuando uno aprende a amar a los caballos. Hacer estas tareas es una forma de compensarlos por haberles privado de su libertad. Hacer estas tareas es agradecerles todo lo que han hecho por el desarrollo de la humanidad. Realizar estas tareas te brinda una oportunidad única de acercarte, acariciarlo y ofrecerle tu amistad y es cuando este noble animal se impregnará de tu olor e irremediablemente se enamorará de ti, convirtiéndose en el gregario más fiel y en el más leal e infatigable compañero que no te olvidara jamás.

Es verdad que tengo un nuevo caballo. Se llama Áureo por que nació un día quince de mayo. Un quince de mayo también nació mi hermana Aurita.

Estoy seguro que Áureo me va a permitir devolverle la ilusión a una niña treinta años después.

Un beso muy fuerte de tu tío Pepe.