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"Picking flower with risk" Vladimir Volegov |
Hermanita ha crecido. Soy consciente de ello y también de que hoy cumple un año más. Sin embargo, muchas veces, la imagen que se me viene de ella a la cabeza es aún la de una preciosa chiquilla rubia, muy lista y con una opinión propia para todo. Nació con capacidad para tomar decisiones y ¡ay del que osase llevarle la contraria! Afortunadamente, siempre sabía cómo camelarse a sus opositores y resultaba difícil resistirse a su encanto.
Yo ya tenía 10 años cuando nació, así que mis recuerdos no están limitados por los de mi propia infancia, sino que adquirió un papel protagonista dentro de mi vida. Su llegada me sirvió para darme cuenta, ya a esa temprana edad, de que carecía de cualquier tipo de instinto maternal y que acunar a un bebé llorón durante dos horas para que se durmiese merecía entrar en la lista de torturas, en un lugar de cabeza.
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"On my way" Joe Bowler |
Recuerdo su retahíla de "calla" sentada en su poltrona en la cocina para hacer notar su presencia. También el amplio hueco que algo tan chico podía ocupar en el coche y la deliciosa papilla de frutas que mi madre le daba de merendar en los viajes a Linares, y de los que, por desgracia, no dejaba ni rastro para rebañar por el resto de viajeros hambrientos. La recuerdo con poco más de un año, como una rebelde muñeca de carne y hueso, vestida de azul y agarrada a los muros, mientras aprendía a andar por sí sola, encabezonada en dar rienda suelta a su extrema independencia. Independencia, opinión y claridad de ideas que dejó patentes en sus discusiones con las monjas en la guardería, y en sus intentos de emancipación a los 4 años de edad, cualquier cosa antes que dar su brazo a torcer. Nos divertían sus conversaciones telefónicas con su Romeo infantil y su negativa a comprometerse mientras le hacía ver, con razonados argumentos de adulta, que aún era demasiado joven para ello. El pequeño enamorado era inasequible al desaliento y, tras ver a mi hermanita en clase al día siguiente, volvía a caer de nuevo rendido a sus encantos. Sin que ella fuese consciente, mi madre apuntaba sus frases lapidarias, con su rebuscado vocabulario, para así evitar olvidarlas (lástima que luego olvidase dónde dejaba esas notas). A los 5 años había crecido lo suficiente como para deleitarnos con su romance veraniego en Alemania, aunque no fuese del todo correspondido. Claro que el pobre chiquillo no tuvo éxito en sus tentativas de rechazo y no le quedó más remedio que ceder a regañadientes y resignarse a ser abrazado por su desdeñada "novia" (quién sabe, a lo mejor ya era de esos a los que les gusta hacerse de rogar y dejarse querer).
En sus primeros años escolares, hermanísima y yo la recogíamos del colegio a la salida del instituto. Se despedía de sus amigos y corría con su mochila de peluche, con aspecto de oso panda, colgada a la espalda, y su uniforme crecedero, cuya falda gris llevaba sujeta a la altura las axilas con unos tirantes. Esa misma prenda la conservó hasta el COU, para entonces la lucía a modo de minifalda, sin rastro de hebillas y sujeta con imperdibles. Con 8 años, ejercía de carabina y siempre estaba dispuesta a salir con nosotras, y nuestros respectivos, al cine, a pasear y a tomar tablas de patatas fritas con salsa a Patatín. Durante las vacaciones, cuando aún íbamos a Marbella, me acompañaba a caminar por la orilla de la playa y nos reíamos juntas cuando los italianos nos asaltaban con sus melodramáticas declaraciones en mitad de la arena (no sé si gritaban tanto por que se clavaban la gravilla en las rodillas, al arrastrarse por ella en sus demostraciones amorosas). En Madrid, en cuanto me saqué el carnet, a cambio de dejarme el coche, mi madre me colocó de chófer de la niña y me tocó llevarla a las fiestas de cumpleaños de sus innumerables amigos del colegio (un año después, tanto la tarea como el coche recayeron en hermanísima).
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"Low Tide" Vladimir Volegov |
Era rubia, guapa, popular, con indudable don de gentes (no parecía hermana mía, aunque sí de hermanísima). Ella y su amiga del alma fueron mi paño de lágrimas en más de una ocasión, y su claridad de ideas derivó en una serie de buenos consejos que sorprendían por su madurez. Supo suplir con creces todas mis carencias innatas de inteligencia emocional, me enseño a utilizar el sentido común, dentro de unos estrechos límites, para analizar bajo la luz de la razón mis caóticos amoríos, y aprendí a sobrellevar mejor los inevitables fracasos a los que mis idilios estaban claramente abocados desde su mismo origen.
Para bien o para mal, sabía lo que quería y estaba dispuesta a lograrlo. Escogió una carrera que le permitiese aplicar sus opiniones de manera pragmática, y se empleó a fondo para lograr un puesto en el que desarrollarlas. Fue capaz de mantener un romance a pesar de la distancia y, durante su estancia romana, movilizó a toda la familia para que la visitásemos, de manera escalonada, en su hogar italiano (nominalmente paterno). En vista del éxito y de la facilidad para congregar a amigos y consanguíneos, continuó con aquella tendencia cuando llegó el momento de su boda. No hubo que desplazarse hasta Italia, los felices novios optaron por la península ibérica: Cádiz reunía todos los requisitos que buscaban para celebrar esa ocasión especial. House y yo también nos rendimos a los encantos de esa preciosísima ciudad y, un par de años después, repetimos el viaje por nuestra cuenta.
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"A Keeper" Joe Bowler |
Vuelve a estar lejos de nuevo, más que en otras ocasiones. Afortunadamente la tecnología de las comunicaciones ha reducido el tamaño del mundo, al menos a la hora de hablar y mantener el contacto. Ya no es un bebé, ni siquiera esa chiquilla rubia de aspecto engañosamente tierno, pese a que yo aún me la imagine así con frecuencia. Eso sí, pese al paso del tiempo mantiene su determinación de entonces, aunque ahora es ella la que ha descubierto que sí que tiene instinto maternal.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS HERMANITA!