martes, 12 de junio de 2012

Medias naranjas

Una de mis amigas, bajo los efectos de la decepción y el desánimo que acompañan a una ruptura, me comentó que a su media naranja la habían exprimido para hacer zumo. Posteriormente, descubrí que esa expresión es de uso común, pero aquella fue la primera ocasión en la que la escuché.

La verdad es que suele resultar complicado dar con la pareja ideal. Las relaciones son tan dispares que, además de naranjas, una se encuentra con una auténtica macedonia en la que se incluyen algunas frutas de lo más exóticas e incluso raras especies que se pensaba extinguidas.

Son múltiples los factores que influyen en la facilidad para hallar a la mitad complementaria y además estos varían en cada época de la vida. Es frecuente que a la mayoría de las adolescentes les guste el "guapo" de turno, y viceversa. No era mi caso: si el guapo era un hermoso melón, perdía todo el atractivo para mí. Una competidora menos a la hora de ir a la caza de sus sonrisas. Eso de adorar todo el día la bonita y hueca cabeza de uno, con el que no se podían cruzar más de dos palabras interesantes, y eso si tenía un día inspirado, no estaba hecho para mí. Tampoco creo que el guapo en cuestión lamentase demasiado mi falta de admiración.

La sociabilidad de mis hermanas en lo que respecta a tipo de cuestiones era una gran baza a su favor. Para mi desgracia, ese gen no lo heredé por lo que esa indudablemente útil cualidad nunca se ha manifestado con fuerza en mi carácter, bastante introvertido. Romper el hielo jamás me ha resultado fácil. Enseguida me sentía incómoda al verme rodeada de gente, me retraía y transmitía esa sensación a los demás. Procuraba desaparecer en cuanto veía ocasión de hacerlo y me preocupaba bastante poco, por no decir nada, el tema de la popularidad. Una vez tenía conformado mi pequeño círculo de amigos, no necesitaba ampliarlo con ramificaciones, intersecciones ni uniones con otros grupos. A más extenso el círculo, lógicamente mayor cabida y más posibilidades de encontrar entre sus miembros a alguien con quien se encaje. La diversificación de la muestra va a favor de la estadística de probabilidades.

Sir Frank Dicksee "Romeo y Julieta" 
Mis temas de conversación favoritos tampoco hacían nada por aumentar mi popularidad: libros, libros y más libros. También podía hablar de matemáticas, que era un interés si cabe aún menos compartido que la lectura.  Al tratar ese tipo de cuestiones me encontraba mucho más cómoda que con trivialidades en las que no estaba puesta. Hacer gala de ignorancia no era lo mío, ni tampoco disimular con arte mi desconocimiento. Recuerdo que una profesora me comentó en una ocasión que impresionase al chico que me gustaba con mi habilidad para la trigonometría, materia que me encantaba. Era buena maestra en lo suyo, evidentemente de ciencias, pero nula en cuestiones sentimentales de adolescentes. Aquella estrategia fracasó estrepitosamente, salvo en conseguirnos a los dos un sobresaliente en la materia.

No sólo era difícil encontrar a alguien del sexo opuesto que compartiese mis aficiones sino que, los que había, eran aún menos sociables que yo. Hay momentos en los que el anhelo romántico supera el sentido común y una ácida naranja termina emparejada con un amargo pomelo. La combinación resultante no beneficia a ninguno de los dos cítricos. No hay que rendirse, según se descarta al resto de los frutos también se hace hueco para que aparezca, bien escondida al fondo del cajón, la mitad idónea.

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